¿QUÉ SIGNIFICA TENER ENCANTO?
El extraño mundo de Susana

Susana Giménez 2008Por: Julián Gorodischer. Empieza otra temporada de Susana Giménez, y me instalo frente al televisor para identificar uno por uno los personajes de la nueva tribuna. Me parece el artefacto más extraño de la tevé abierta; no entiendo qué quieren expresar con esa tribuna, cuyo recambio fue anunciado como una de las sorpresas del relanzamiento del programa. Me pregunto si el carisma de una sola persona (el tan mentado encanto personal de Susana) puede ser tan fuerte como para investir de estelaridad a un conjunto mudo e inexpresivo de extras que nunca abandona la mueca de sonrisa y obedece mansa y disciplinadamente a dos líderes tan flojos como Marcelo Iripino y Gino Renni.

Esa es la idea que deben tener sus productores de lo que es "un público": gente quieta, dócil y que exacerba un rasgo ridículo de sí misma (la novia cándida, el colegial viejo o la punk rugiente) y que siguen devotamente a seres tan desafinados y faltos de ángel como el coreógrafo y el tano. Cada vez más roncos, desprovistos de espontaneidad y carisma, los líderes de la tribuna no pierden poder sobre su séquito, y me pregunto qué clase de metáfora incompleta se podría leer ahí sobre sociedad y política. Pero no creo que Gustavo Yankelevich haya tenido intención de ir más allá de lo que Susana entiende sobre la presencia de una novia en la tribuna: "Si hay novia, eso se contagia –dice Susana-. Mirá, Gino, si te casás, bueno, total después te divorciás".

La tierra de Susana Giménez admite que Mamá Cora vuelva al mismo gag del año anterior: consiste en meterle suavemente el dedo en una llaga cicatrizada, para que aparezca en primera persona el cotilleo que se escuchó por las tardes o en las revistas de farándula; como siempre, Gasalla le pregunta sobre "la ex de su actual", y luego sobre su pase a la dieta vegetariana y, juntas, recuerdan la vez anterior, el año pasado, cuando hicieron la misma broma, y la cosa se relaja a punto de hacer estallar la puesta tan básica, tanto que ya ni quedan unos pocos hilos que sostengan una situación guionada, y la vieja (o Gasalla) y Susana dirán que "qué nos pasa que estamos tan lentas", reprochándose la falta de chispa. En la circularidad no hay estatismo ni fijeza: este año hay una variación y es que ya ni se admite la detección de bloopers porque todo es un inmenso blooper; la diva avanza a lo largo del programa enderezándose a poco de empezar a caminar; inaugura el ciclo equivocándose sobre el juego; se le olvida una palabra y pide asistencia; le reclama al susano que nunca deje de correrle la silla porque ella ni la registra, dejando en la prehistoria del lapsus a aquella recordada pregunta sobre un eventual dinosaurio vivo en donde en realidad había un fósil. 

Ocurre como si en ese estudio ya no hubiera lazos con "lo real", como si se hubieran difuminado las reglas sobre qué es y cómo se hace un programa de cualquier género y estilo. Esa dimensión desconocida consagra como "gente común del público" a la tribuna de caricaturas, y se levanta un fondito escenográfico de pura prosperidad retro de los '90 con torres de Puerto Madero proyectándose hacia un horizonte tan turquesa como los ojos de la hija de Facundo Arana ("nuestro príncipe valiente", lo define la diva). Allí la crisis del campo no ingresa más que como una alusión sin réplica de Gasalla, y la casa de electrodomésticos que interrumpió abruptamente los créditos en doce cuotas en la vida real regala el millón a los que acierten dos logos del mismo panel de acertijos.

La realidad se lava, pierde su sino trágico; la conexión con la euforia que ya ostentaba en el 87 de la fundación es directa e inmediata; cada año, se rinde tributo a una manera de decir divina elevando el timbre en la segunda "i" y se instala una constante corriente de afecto no sensible a los estados de ánimo. Ella es di (ví) na así con el galán del canal como con Albert-la-estatua-viviente que se saca una cabeza de las entrañas. A Susana nada le produce asco, ni siquiera el bicéfalo Albert, "del Lidó de Paris", a quien despide diciendo qué lindo. Ni esta tierra de las maravillas hecha de inmutabilidad e inocencia (Susana le dice popó a la caca y al swinger lo llama "anormal") queda al margen del paso del tiempo y el empobrecimiento general, cuando Susana notifica, consternada, la pesificación del "premio del millón" como si íntimamente pensara "para qué me alcanza con un millón a mí".

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