CÓMO FUE EL DEBUT DE LA NOCHE DEL DOMINGO DE SOFOVICH
El arte de no enojar a Gerardo

La Noche del DomingoPor: Julián Gorodischer. Se les ve la preocupación en la mirada; es miedo a que una palabra de más lo haga saltar como aquella vez en que le pegó tres gritos a Iliana Calabró. Siempre fue proclive a los despidos en público, ésos que relegan al You’re fired de Donald Trump, en El Aprendiz, al territorio de las palabras dulces: lo hizo por teléfono con Stella Maris Lanzani siendo todavía aliado de los de Intrusos y luego en persona, con el plus dramático de la transfiguración en el rostro: se le van tensando las comisuras, se apura el subir y bajar de los hombros previo al estallido emocional.

Para conocer el terror en una mujer basta mirar a los ojos a esas secretarias ascendidas a jugadoras de bowling en el recién estrenado La noche del domingo; él las benefició migrándolas del decorado a la competencia. Pero la forma en que sobreactúan la adoración hace pensar en que se previenen por tener en mente la forma en que las empezará a subir, concediéndoles cariños y elogios públicos, o un poco de cartel, como antes hizo con Nazarena Vélez, como pasó con Silvina Luna, y por qué no con Rolo Puente o Gino Renni, para hacerles saber luego del exabrupto, del escarnio ante todos o, lo que es peor, de la indiferencia al desprenderse de sus servicios.

Esas chicas no pueden contener la aceleración del pulso y por eso pierden puntería a causa del suave temblor de sus muñecas. Todavía las pioneras en ser afectadas por planos ginecológicos (las bailarinas del bailantero Pasión tropical) manifestaban indiferencia cuando la cámara las recorría, y se hacían las desentendidas de la sobreexposición anal y genital de la lente metiéndose entre la minifalda. Pero las jugadoras de bowling (más las secretarias ascendidas que las famosas históricas) lo viven con un ímpetu mucho más explícito, viendo cómo plantan el quiebre de cadera con ademanes imitados a las travestis (mujeres exacerbadas); cargan la mirada de erotismo, menos afines a su pariente cercana, la promotora, que a una estrella porno en la previa sexual.

La jugadora de bowling va un paso más allá que su prima hermana, la bailarina de caño de Showmatch, en la acentuación de la reverencia; si el programa fuera un sistema, La Noche del Domingo sería un orden feudal, en las antípodas de organizaciones comunitarias como las que rigen en Mañanas informales o del juicio por jurado de Showmatch. Triunfará la que mejor le haga masajitos al pater familiae, la que plasme con más convicción la estampa de servicio doméstico adaptado a los tiempos que corren, estilizado, metrosexual. Hoy que la mucama fue expulsada de la telenovela,  que ya no se ven delantales o repentinos enamoramientos como los de Andrea del Boca con el galancito de turno, aparece esta jugadora de bowling que condensa las posibilidades de servir, alternando el levantamiento de la pelota más pesada (la ex secretaria carga, por lo general, con la peor bola) con el cargoseo al Señor que –se supone- debe acompañar al cliché de la mucama devenida en fantasía.

Así como unos cuantos estereotipos sociales encuentran asidero en algunos nombres y no en otros (la señora bien de Mirtha, el muchacho barrial de Tinelli, el judío de Villa Crespo de Adrián Suar) a nadie le calza mejor el “patrón” doméstico que a Sofovich, uno previsible pero siempre verosímil; el temor de la doncella llega a su clímax cuando el chiste se parece a una amonestación, o cuando el llamado de atención vira al castigo ejemplar; lo sabe la jugadora de bowling que ayer recibió su primera señal de que algo ya ‘no funciona’, cuando a sus reiterados pucheritos que antes merecían el apodo de ‘nena caprichosa’ le tocó un trato menos amigable (“Está loca ésta…”) que la debería empezar a preocupar.

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