LA REPETICIÓN A LA QUE NOS ACOSTUMBRÓ  LA TV
Ley del eterno retorno

PatinandoPor: Julián Gorodischer. No hace falta cambiar ni siquiera a un integrante del jurado de Patinando por un sueño, que empezó el lunes: la novedad fue extinguida de la pantalla chica. Hace no tanto tiempo todavía era un lugar común hablar de lo que se veía en TV como “el dominio de lo nuevo” y de la moda, inclusive con un dejo peyorativo de parte de telefóbicos o teleadictos redimidos que siempre descalificaban esa primacía del presente para elevar lo no televisivo a “lo que en realidad importa”. Eso es cosa del pasado.

La novedad es que la repetición se hace presente sin disimulos; no hay interés en que un programa que ya se dio presente algún indicio de aggiornamiento, que pague o expurgue sus culpas, que dé la sensación de que a tamaña ganancia le corresponde un equipo de cerebros trabajando. Nada permite pensar en una segunda, o tercera o cuarta temporada en ciclos como los de Tinelli: es la misma primera y eterna temporada, extinguida la linealidad progresiva de una trama, respetados los moldes fijos que garantizan iguales peleas y vencedores en el staff. El lunes se sumó Telefé a la ley del eterno retorno, al anunciar para el verano una versión más, igual a las pasadas, del encierro del Gran Hermano

Se llega un paso más allá de aquel célebre film con Bill Murray titulado El día de la marmota: se suele apelar a esa película para calificar aquello que tiende a repetirse como si fuera ayer, pero allí la repetición mantenía las circunstancias y variaba la actitud del protagonista (de cómo atravesar de cien maneras distintas el mismo maldito día). Incluso los clásicos vernáculos de la repetición seriada, esas piezas del humor explícito y rutinario alumbradas por los hermanos Sofovich, por Olmedo, por Porcel, o las telenovelas parecidas a las del año anterior, de conflicto y desenlace parecidos, se tomaban el trabajo de aplicar una excusa diferente cada año, o al menos de considerar algunas variantes de gags o sketches fijos para ir alternando, y así dar una cierta ilusión de movimiento sostenido, aunque fuera en el mismo lugar, como en una cinta de correr. 

Si la repetición a la que nos acostumbró la TV era una cinta de correr tan indetenible como efectiva para atrapar audiencias, lo actual es la anulación del movimiento. Ya ellos se mueven lo suficiente  en esas pistas (deben estar pensando los “creativos”). “Volvió Patinando…; enterate todo sobre el programa…” se dice en las crónicas del día después, alimentando la paradoja de la “nueva” TV sin novedad que hace mención constante a intrigas y revelaciones (donde se repiten los participantes de reality show, como el que participó dos veces de GH). No vuelve a pasar del mismo modo, sino que nunca deja de pasar, como una corriente de ‘no pensamiento’ que extingue las pausas estivales, que demuele las categorías tal como las conocíamos (desde el “falso vivo” de Tinelli a los perdedores reciclados en Bailando… y GH). 

Hay mismos miembros y mismos duelos en los jurados, los fallos, los premios, los castigos, los topless y las bañaderas, las rubias platinadas y los payasos, las bobas sensibles y los accidentados… Es –dirán- el gran encumbramiento de la pereza creativa, la conclusión de que se puede ganar muchísimo dinero con laborioso esfuerzo de producción pero sin poner en juego lo más importante (que alguien tenga una idea), reproduciendo los ganadores de los formatos globalizados (recordar a Serafín Zubiri, el ciego español), alentando a que otros formatos (Gran Hermano, El muro infernal, Susana Giménez) sigan forjando, instituyendo, divulgando sus rituales compulsivos (pasar el muro, entrevistar al enano, nominar a un rehén) para un espectador “pasivo”, pasivísimo, que ya ni pretende caminar en la cinta o vivir su propio día de la marmota. ¿Alguien quiere seguir con esto?

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