Crónicas + Desinformadas

Esta gente que se dedica a la nutrición tienen algo de esquizofrénicos. A veces recomiendan algo con bombos y platillos. Y luego, así como lo entronan en la cúspide alimentaria, lo derriban de un hondazo para decir que es pésimo para la salud, nos envejece prematuramente, nos daña neuronas, nos seca la piel, nos estriñe, nos deja sordos, mudos, un poco ciegos, tonto y al fin de cuentas, ni siquiera era rico.

Que uno interrumpe demasiado. Que no presta atención. Que habla sólo de sí mismo. Que cierra la conversación unilateralmente. Que da consejos sin que se lo pidan. Este puñado de hábitos son considerados tóxicos por los expertos en comunicación. Ellos sostienen que si uno es proclive a practicar alguno –o por qué no todos-, también su vida será proclive a que nadie le dé ni cinco de bolilla.

Ya nadie sabe qué hacer con la violencia en el fútbol. Se suponía que quitando la convocatoria en la hinchada rival, se acabarían las escaramuzas. Pero las cosas han ido de mal en peor. Barras enfrentadas a los tiros. Jefes históricos que aparecen asesinados. El fútbol, fuera de la cancha, se ha transformado en un escenario  apocalíptico.

Asombroso ver cómo Valencia, hasta hace nada, una región próspera, floreciente y pacífica de España, convertida de la noche a la mañana, tormenta mediante, en apocalipsis de autos apilados, pueblos arrasados y el mismo rey embarrado por la furia popular.

En las últimas semanas, se filtraron las revelaciones de un documentalista del espacio llamado Simon Holland. Sus afirmaciones, de ser ciertas, serían históricas: dijo que en breve –muy-, astrónomos harán el anuncio que, al final, hallaron vida extraterrestre. 

Maradona ya murió y es leyenda. Messi ya está de vuelta jugando casi en el retiro de su carrera. Manu Ginóbili ya se jubiló del básquet. Las Leonas tampoco fueron para tanto. Los Pumas, menos. Lole Reuteman murió y a Willy Vilas ya no le quedan más rulos y está más para el bronce que para volver aún como técnico. Con un panorama así, los argentinos se preguntan, piden, reclaman, y anhelan desde lo más profundo de su ansioso corazón: ¿dónde está el próximo ídolo deportivo?

Nadie sabe a ciencia cierta si vivirá más o no, si llegará a viejo o no y sobre todo, cómo lo hará. Sin embargo, hoy en día, la ciencia está enfocada a que el ser humano viva, como mínimo 100 años al precio que sea. Hay programas de desintoxicación. Y de detoxificación. Que suenan parecido pero no son lo mismo.
Cada dos por tres aparece un nuevo gurú con una receta que, jura, nos hará vivir vidas centenarias –aunque no nos dicen bien a qué hobbies podremos dedicarnos si vivimos tanto tiempo-. El asunto aquí es vivir. O mejor dicho, sobrevivir.

Hace poco una estadística señaló que la generación Z, es decir los chicos de ahora, de tanto usar el móvil ya no saben mecanografiar. Es decir, ya no tienen idea de  dónde están las letras en un teclado. Y es probable que, de seguir así la tendencia, los hijos de la generación Z tengan menos idea aún. Y quizás, vaya uno saber,  para entonces ya no existan teclados. Uno simplemente expresará cosas con la mente y los dispositivos añadidos al cerebro enviarán mensajes sin necesidad de  otras mediaciones.

Cada dos por tres una celebridad –actrices, cantantes, goleadores-, sale a reconocer públicamente con cierto pudor, que le diagnosticaron bipolaridad y los medios, y todos nosotros, nos compadecemos de ella. Dice que tras mucho pensar y repensar finalmente decidió darlo a difusión. “Tal vez aquellos que lo padecen, no se sientan tan solos”, explican.

Cuánto viviremos los seres humanos en el futuro? O, para ser más tremendos: ¿viviremos los seres humanos en el futuro?