Crónicas + Desinformadas

Será que en medio de todos los desafíos que tiene el mundo, ya todos nos hemos olvidado de él. Será que la espera en vilo por las peripecias del dólar, o las performances mundialísticas de la Argentina, o por el destino de tal o cual presidente, nos han hecho pasar por alto que, allá arriba y desde hace tiempo - 1992 para ser exactos- pende sobre nosotros un orificio que, durante décadas nos hizo preocuparnos, temer el acabose inminente y sobre todo, disparar el mercado de las cremitas solares. Y ese es, por si no lo adivinó, el agujero de ozono.

Estos días fue comentario mediático la entrevista que se hizo Susana a sí misma en el rol de la Mary, a 50 años de la peli. Más allá de los detalles minúsculos, la charla fue convincente, realista y bien lograda. Y esto abre la puerta, creativa para algunos, peligrosa para otros, de todo lo que puede dar la inteligencia artificial en la pantalla. Aún en programas que, se supone, son de interés general, es decir, deberían ser 100% verdaderos.

Que la vida en pareja forever and ever fue siempre la mejor alternativa, esta ha sido una verdad inoxidable. Que encontrar la media naranja y hacer jugo exprimido hasta que la muerte los separe, era la forma de pasar los días más plena y dichosa, era algo que, hasta hace poco, nadie discutía. Pero bueno, dijimos: hasta hace poco.

Esta gente que se dedica a la nutrición tienen algo de esquizofrénicos. A veces recomiendan algo con bombos y platillos. Y luego, así como lo entronan en la cúspide alimentaria, lo derriban de un hondazo para decir que es pésimo para la salud, nos envejece prematuramente, nos daña neuronas, nos seca la piel, nos estriñe, nos deja sordos, mudos, un poco ciegos, tonto y al fin de cuentas, ni siquiera era rico.

Que uno interrumpe demasiado. Que no presta atención. Que habla sólo de sí mismo. Que cierra la conversación unilateralmente. Que da consejos sin que se lo pidan. Este puñado de hábitos son considerados tóxicos por los expertos en comunicación. Ellos sostienen que si uno es proclive a practicar alguno –o por qué no todos-, también su vida será proclive a que nadie le dé ni cinco de bolilla.

Ya nadie sabe qué hacer con la violencia en el fútbol. Se suponía que quitando la convocatoria en la hinchada rival, se acabarían las escaramuzas. Pero las cosas han ido de mal en peor. Barras enfrentadas a los tiros. Jefes históricos que aparecen asesinados. El fútbol, fuera de la cancha, se ha transformado en un escenario  apocalíptico.

Asombroso ver cómo Valencia, hasta hace nada, una región próspera, floreciente y pacífica de España, convertida de la noche a la mañana, tormenta mediante, en apocalipsis de autos apilados, pueblos arrasados y el mismo rey embarrado por la furia popular.

En las últimas semanas, se filtraron las revelaciones de un documentalista del espacio llamado Simon Holland. Sus afirmaciones, de ser ciertas, serían históricas: dijo que en breve –muy-, astrónomos harán el anuncio que, al final, hallaron vida extraterrestre. 

Maradona ya murió y es leyenda. Messi ya está de vuelta jugando casi en el retiro de su carrera. Manu Ginóbili ya se jubiló del básquet. Las Leonas tampoco fueron para tanto. Los Pumas, menos. Lole Reuteman murió y a Willy Vilas ya no le quedan más rulos y está más para el bronce que para volver aún como técnico. Con un panorama así, los argentinos se preguntan, piden, reclaman, y anhelan desde lo más profundo de su ansioso corazón: ¿dónde está el próximo ídolo deportivo?

Nadie sabe a ciencia cierta si vivirá más o no, si llegará a viejo o no y sobre todo, cómo lo hará. Sin embargo, hoy en día, la ciencia está enfocada a que el ser humano viva, como mínimo 100 años al precio que sea. Hay programas de desintoxicación. Y de detoxificación. Que suenan parecido pero no son lo mismo.
Cada dos por tres aparece un nuevo gurú con una receta que, jura, nos hará vivir vidas centenarias –aunque no nos dicen bien a qué hobbies podremos dedicarnos si vivimos tanto tiempo-. El asunto aquí es vivir. O mejor dicho, sobrevivir.