Crónicas + Desinformadas

Dentro de toda la menesunda que dejará la pandemia, tal vez haya algo rescatable. Tal vez, exista algo desde donde trazar el puntapié de lo que será, de ahora en más, el futuro de la humanidad. Puede parecer mero dato anecdótico, pero, si se lo piensa bien, contiene un sinfín de posibilidades. 

Parece de película. Y no lo es. Es el gran multimillonario de China y desde octubre, nadie sabe dónde corno está. Jack Ma, el creador de la plataforma Alibaba, había emprendido un raid de críticas al control del gobierno chino y eso, según parece, alentó su desintegración ninja en la atmósfera. 

Habrá gente –la gran mayoría digamos- que ha insultado a este año que se va. No le perdonan hacer estragos con el planeta. Ponerlo patas para arriba por un simple bichito tan pequeño que no lo podrías ni aplastar con el pie. No le perdonan a este año llevarse al Diego. Los planes de viajes de millones de personas. El barrido sin concesiones de abuelos y seres queridos. El derrumbe de economías. Países pobres más pobres. Puedo entender la bronca. Es comprensible.

Alan Faena había pagado, tiempo atrás, cuando eso sólo era un páramo vacío de mar y arena, 80 mil dólares. El lugar, la Boyita, en Punta del Este, se convertiría, tras la mudanza de Faena, en barrio de millonarios amigos: Suar, Tinelli, Repetto. Y el predio pasaría a valer millones.

Que es el evento astronómico del siglo. Que baja la temperatura hasta diez grados. Que somos 0,77 kilos más livianos. Que nos situamos 44 milímetros más cerca del sol. Y qué se yo qué más. El asunto es que el eclipse solar de esta semana dejó una estela de crónicas tuti fruti en los medios, debates entre expertos y no tanto, y un sinfín de posteos que fueron desde el autoayudismo en sangre del “aprovechá el eclipse para amigarte con tu sombra”, hasta el anuncio del acabose que, por lo visto, viene un poco atrasado. 

Que las nubes días atrás formaron su silueta. Que Messi escuchó su voz en el partido. Que los fanáticos lo ven en sueños y les transmite mensajes de esperanza. 

No es culpa de Mercado Libre  ni de Amazon el hecho de que, todo tenga un precio, sea vendible y, con viento a favor hasta lo más insospechado encuentre alguien dispuesto a comprarlo. Desde tiempos inmemoriales el hombre subastó lo que fuera: desde cuadros hasta esclavos. No habría razones para alarmarse si, el boom de la subasta, escala a áreas, un poquito, truculentas. 

Era británico, se llamaba Robert Fisk murió este mes a los 74 años, y, excepto que seas un freakie de la crónica, tal vez lo pasaste por alto. De este lado del mundo, sus artículos eran menciones que pasaban sin pena ni gloria en la sección internacional de Página 12, el único periódico que los replicaba traducidos de su diario The Independent. Semana a semana, yo buscaba con lupa su firma porque sabía que, si era un texto de Fisk, era una obra maestra. 

Por Abdul Wakil Cicco. Basta de tratar a Dios como si fuera el alumno al fondo del aula, aquel al que nadie presta atención. “Para qué hablarle”, dicen los compañeros. “Si nunca tiene nada para decir.”

La gente dirá lo que quiera –siempre, de hecho, dice lo que quiere- y los medios pondrán títulos tremendistas, escandalizados cual carmelita descalza. Sin embargo, cada vez que surge un chisporroteo social a raíz de que alguien en público, olvidó apagar la cámara sólo deberíamos darle, a ese descuido, la bienvenida. Pues, de alguna forma, nos ahorra un sinfín de tiempo perdido hasta que uno conoce a la otra persona. Esto es muy valioso y muy productivo, ya que, en tiempos de distancia social y conocerse por una pobre pantallita chata y, digamos así, chota, todo aquello que nos permita acortar distancias en el menor tiempo posible es una buena noticia. Es oro en polvo.