Crónicas + Desinformadas

A pesar de que el 70% de la agricultura mundial depende de ellas, les damos poca bola. De hecho, en los últimos años, barrimos a nueve de cada diez abejas del planeta. Las matamos, indirectamente con pesticidas, les quitamos flores, intoxicamos su atmósfera de todos los modos posibles. Sin ir más lejos, dos meses atrás, en Brasil murieron 500 millones de abejas en un abrir y cerrar de ojos: 48 horas. La razón: el uso de un pesticida prohibido por la Unión Europea, y aún así empleado en el país vecino. En la Argentina no nos quedamos atrás: cada año, se pierde el 34% de colmenas.

“Mirá papá, me siguió un perro a casa y me lo quiero quedar. ¿No es hermoso?” Mi hija mayor me envió este mensaje, vía wapp junto a la foto de un perro dormido en su pieza. Yo, de viaje una semana fuera de casa, puse el grito en el cielo. “¿Estás loca? Ya tenemos perro. Y qué hace dentro de tu pieza? Sabés que los perros duermen en la galería”. Como no respondía mi mensaje, decidí llamarla.

Tras la muerte de ese groso del periodismo llamado Marcelo Zlotogwiazda, se disparó una polémica colateral y menor que, sin embargo, tiene trasfondo tabú. La ligó, pobre él, Luis Novaresio, entrevistador medido, anteojudo y circunspecto. Se le atribuía cierto mal tino por preguntar a Zloto sobre la muerte, en una entrevista dos meses atrás, justo él que luchaba palmo a palmo contra un cáncer de colon que pronto pondría fin a su vida. Más que mal tino: se le achacaba a Novaresio, un tono amarillista y poco oportuno. Como decimos los periodistas: buscaba lágrimas y pañuelito. Lo que se llama sed de rating. Su pregunta fue: “Nos morimos y qué pasa?”

Más allá de quién fue el más sólido y quién el más endeble, hay cierto encanto malicioso en ver a los candidatos debatir en la arena pública. Ya no es como antes, donde el debate era más abierto, sin límites, ni reglas y los candidatos, cual pelea de vale todo, se daban con uñas y dientes. Debate acalorados y rabiosos. Ahora es todo protocolar, medido y ordenado. Es cierto, antes eran más divertidos. Pero lo cierto es que, en tiempos donde nadie lee una plataforma electoral, no hay mejor modo de enterarse las ideas de los candidatos que viéndolos discutir ao vivo. 

Me sorprende leer el escaso protagonismo de algunas noticias que deberían ser titulares de portada. Asteroides que pueden impactar sobre la tierra en un tiempo escalofriantemente corto. Científicos que denuncian a laboratorios de un complot por no dar a conocer descubrimientos ante enfermedades que liquidan a medio planeta. Pronósticos de cómo va a ser el hombre y la vida en menos de medio siglo. Todo eso que debería ser de extrema importancia, en términos de espacio, se le da poca o nada de bola.

Justo cuando uno pensaba que las pelis de superhéroes se habían agotado –ya Superman y Batman tuvieron su duelo fatal, y los superhéroes unidos en Los Vengadores batieron récords con su saga-, aparece Joker, primer largometraje basado en ese villanísimo llamado el Guasón y que acaba de dar lugar a un nuevo mundo de posibilidades: las pelis de malvados.

Es curioso que con tantos ambientalistas y veganos que defienden a los delfines, a las vacas, a los osos, y a todo ser vivo con un mínimo de materia gris en este planeta, no se ocupen de denunciar ese fenómeno cada día más popular: las peleas de MMA, también llamadas vale todo. Esas jaulas televisadas ao vivo donde dos tipos con guantes pequeñísimos se dan con todo. Cada dos por tres, los titulares dan cuenta de un peleador que pierde la conciencia, o una quebradura de huesos, o simplemente de un luchador que cae y, en poco tiempo, muere. 

Un mes atrás, en una verdulería del pueblo –mi pueblo- lo vi: misma nariz chata. Mismo rostro galán. Algunas canas más, pero bien conservado. No era la verdulería más top de la ciudad –esa está frente a la plaza principal-, por eso me extrañó verlo ahí, haciendo cola, si mal no recuerdo, con su bolsita de tela. Un consumo discreto, barrial, bajo perfil. 

El milagrismo argentino –ese culto a que alguien nos salve de una buena vez-, tuvo, la última semana su último pico de entusiasmo en sangre: el regreso de Maradona como DT de Gimnasia. Fue un milagro pequeño, local, platense, pero aún así tuvo un impacto mediático que trascendió todo. Los periodistas analizaron con detalle obsesivo, lo que Diego dijo. Lo que Diego prometió. Y, en especial, cómo estaba Diego.

¿Falta de concentración? ¿Flojo para la creatividad? ¿Estrés galopante, ansiedad de no acabar y sinfín de sintomatologías que indican que está, como mínimo, quemado? En un escenario así, lo único que quiere es inocularse en vena maratón de serie en Netflix, atascarse de dulces y publicar catarata de mensajes pavotes en redes. Muchos de esos mensajes pavotes consisten en repetir frases esperanzadoras de autoayuda hueca, romántica e inaplicable. Entonces, se dirá, ¿qué hacer? ¿Cómo sortear el derrotero descendente que enturbia la psiquis y encharca el alma?