Crónicas + Desinformadas

Cuando las últimas llamas se apaguen. Cuando el mundo recuente, apenado, todo lo que se perdió y mucho de ello no volverá a ser en el Amazonas. Cuando el presidente Bolsonaro acepte –y los países le señalen- parte de su responsabilidad. Cuando los dueños de aserraderos en la selva, vayan, en fila, esposados rumbo a prisión. Cuando las redes nos devuelvan una y otra vez, pasado el humo, pasado el fuego, las fotos del desastre color ceniza. Entonces, recién entonces, el mundo tomará conciencia.  

A la ola de denuncias de abusos de vieja data, que aún siguen como heridas abiertas y deberá resolver la justicia, se le sumó ahora una ola colateral: la de celebridades que ponen, vaya a saber por qué, antiguos trapitos al sol. Allí tiene famosos que nunca vieron a papá. Otros que confiesan a corazón abierto adicciones a las drogas. Otros que perdieron primos, mejores amigos, el tío, otros perdieron a su perro, pobre perro querido, otros sobrevivieron a tragedias, algunas más dramáticas otras no tanto, salideras bancarias, resbalones, mordidas de perro, lo que sea.

Desde hace tiempo, lo cool se ha ido llenando cada vez más de chapa y barro, de avería y cartón. En la tele, años atrás, ya la serie “Tumberos” marcaba el inicio de una época donde la cultura carcelaria se hacía cada vez más mediática. Pero las cosas han ido creciendo y creciendo, como basural a la intemperie. 

Fue un clásico de Disney a la altura de Blancanieves o La Bella y la Bestia, pero abordó un tema que las películas infantiles de ahora, carecen: la muerte de un ser querido. 

Dicen que tiene escritas sus memorias y no consigue editorial que quiera publicárselas –cuatro grandes sellos ya le dieron el no-. Dicen que cada vez tiene más dificultades para encontrar  productores que quieran invertir dinero en sus propuestas –incluso inició una demanda con Amazon por negarse a estrenar su último film-. La vida de Woody Allen, hace tiempo, dejó de ser una comedia. 

A medio siglo exacto del aterrizaje en la Luna, en julio de 1969 y el episodio que inauguró nuestra carrera espacial, la misión Apolo XI sigue sacando trapitos al sol. Que fue todo un embuste filmado por Stanley Kubrick. Que el alunizaje se produjo gracias a los soviéticos –enviaron una misión para comprobar que el suelo era sólido, pero ningún astronauta jugó golf allí-. Que la bandera norteamericana, ya es blanca. Que uno de los tres tripulantes luego se deprimió y se hizo alcohólico. Que los pasajeros del Apolo habían nacido en el mismo año y pesado el mismo peso: 75 kilos. Y que –esto es sabido- 600 millones de personas vieron el espectáculo en vivo. 

No forma parte de las campañas, ni en nación ni en provincia. No hay gurú de la neurociencia que encuentre su respuesta en el cerebro. No hay groso de la encuesta que lo ponga en mediciones y tendencias. Ninguno de todos ellos responde a una pregunta vital y urgente: ¿qué hacer con nuestros queridísimos hijitos en vacaciones? 

Los diarios titularon la noticia como si fuera la despedida de un ídolo. Apelaban a adjetivos sentimentales como “tristeza”, “frío” y “caída”. No se trataba de la muerte de la gran Coca Sarli. Era una despedida, más bien,inmobiliaria: el cierre del Shopping de Villa del Parque, inaugurado 24 años atrás. La primera vez que, algo así, ocurría en la ciudad de Buenos Aires. Tragedia total. Drama absoluto. Pesar infinito.

Los directores y guionistas, insisten en que siempre un personaje malvado es más atractivo que uno buenito y moral. Pues los malvados, dicen ellos, se permiten hacer cosas que el resto no se atreve. Ellos saltan la valla. Pisan terreno ajeno. Se pasan los códigos por el reverendo rábano. Los creadores consagrados de horror como Stephen King, dicen que el horror es un género liberador: uno sublima miedos viendo sus peores temores pero con una pantalla de por medio y sin moverse del sillón.

De tanto revisionismo histórico mediático, hemos descubierto que esa herramienta fabulosa del periodismo de investigación –hablamos aquí de la cámara oculta-, no era tan fabulosa como pensamos en los ’90, y de hecho, le han endilgado tantos pecados que habría que llevarla a juicio y ponerla de una vez por todas en el penal de Ezeiza.