Crónicas + Desinformadas

Los medios son lugares muy extraños. A veces resultan, por así decirlo, como un hombre entrado en años, pasado de peso, recostado sobre el sofá que se pone a criticar todo lo que pasa frente a sus ojos. Si no, cómo entender que a la figura máxima del fútbol, el irrepetible Lio Messi, el astro que bate récords por donde se lo mire, y que fue la pieza clave para llevar a la Argentina entre los cuatro mejores equipos del mundo, le caigan críticas de los medios internacionales porque, claro, se cabreó un poquito. 

Es milagroso cómo, una vez cada cuatro años la gente se pone masivamente religiosa. Ni siquiera el marketing navideño, con regalitos y barbudos que se sumergen en chimeneas, y árboles nevados, logran semejante unión de la humanidad en pos de la fe, la entrega, y aceptación sin chistar de antiguas reglas.

Más que el precio el dólar, la disparada inflacionaria, si Messi o Maradona, lo que nadie sabe a ciencia cierta hoy en día es qué comer. Y sobre todo, si comer o dejar de comer. 

El pueblo se llama Brinkmann, en Córdoba, y aún reuniendo a todos los vecinos no se llega ni a 10 mil personas. En verdad, no que tan pequeño sea el pueblo, lo que importa es que uno de esos 10 mil vecinos, se ganó días atrás un pozo acumulado de lotería –el Quini6-. Y de la noche a la mañana, se acreditarán en su cuenta, o se llenarán sus bolsillos, o explotará su Mercado Pago, con mil millones de pesos. Y sólo el hecho de pensar cómo trasladar semejante cantidad de billetes, da un poco de vértigo. Un millón de billetes de mil. O dos millones de billetes de 500. O 10 millones de billetes de cien. No importa la cuenta que uno haga, no hay valija que lo resista. 

Estos últimos días uno es testigo de un acelere inusual. Es decir, el mundo ya está acelerado y que las cosas se aceleren provocan esta sensación de vivir con el viento en la cara viendo pasar carteles que no sabemos ni qué dicen. El apresuramiento en dar anuncios –inflación, precios cuidados, cortar cintas, y demás- obedece a que en breve, ya nadie podrá decir nada. No es que no puedan decirlo, hay libertad por supuesto. El tema es que, en breve, a nadie le importará.

Es cierto que la reciente “El encargado” protagonizada por Francella, no los deja del todo bien parados, pero los porteros –o encargados como se les dice ahora- son el último eslabón de humanidad que les queda a los edificios.

Si pensaba que sólo es la Argentina un país en grieta, eternamente polarizado, antagónico, contrastante, está equivocado. A juzgar por los resultados de las últimas elecciones en Brasil, donde Lula ganó por chaucha y palito, es de concluir que no se trata de un caso aislado: es contagioso. Y, cuando uno menos lo espera, descubre que el mundo entero es bipolar. Antagónico. Contrastante. Mitad del planeta piensa de un modo. Y la otra mitad –chaucha palito más, chaucha y palito menos- piensa exactamente al revés.

Como si no fuera suficiente con dos años puertas adentro, como si pasar los últimos tiempos metidos de narices en un barbijo, como si el encierro forzado no hubiese hecho mella en nuestro espíritu televisivo, por lo visto, seguimos necesitando Gran Hermano. De algún modo, fueron pioneros televisivos de la vida en cuarentena. Los primeros en encerrarse a vivir la vida entre cuatro paredes y a sacarse chispas con el resto de los concubinos. Vaya uno a saber por qué, pero la tele reflotó días atrás la no se cuánta edición de Gran Hermano como si nada hubiera pasado.

Que el Muñeco Gallardo haya renunciado como técnico de River, no debería sorprender a nadie. Sin embargo, lo que asombra no es su paso al costado, si no lo persistente que ha sido este hombre que durante ocho años dirigió a un equipo de primera. Y nadie se planteó jamás en echarlo. Ni cambiarlo por otro mejor.

Al día de hoy, a pesar del boom tablet, de la ráfaga exponencial de oferta de películas en red, estrenos 3d en cine, y la mar en coche, a pesar de que los niños buscan cada vez más experiencias nuevas, extremas, y tech, nadie se resiste al encanto imperecedero de la calesita. En CABA persisten estoicas y con pintura nuevita, 55 de ellas –al menos con registro oficial-. ¿Por qué será, de dónde vendrá el hechizo que nunca muere?