Crónicas + Desinformadas

La historia es conocida pero no tanto: 150 años atrás dos tipos, Jacob Davis y Levi Strauss, se propusieron hacer algo con el pantalón de lona. Quisieron darle vida, pero también resistencia y onda. Y así concibieron el primer jean Levi’s 501. 

Para la gente que vive en la ciudad, dormir la siesta es un privilegio de millonarios. No hay tiempo para dormir siesta. Lo más parecido a una siesta es cabecear del sueño en el colectivo. Y a eso, la gente de la ciudad lo llaman descanso. O break. 

Entiendo perfectamente que la imagen de su Santidad, el Dalai Lama pidiendo a un niño que le succione la lengua, es un poco fuerte. Para decirlo con liviandad.

Cada año electoral la historia se repite: los medios se ponen a desenfundar encuestas, mediciones y grafiquitos a todo color que demuestran la mala imagen de muchos candidatos –y algunos que ni siquiera pretenden serlo- y la imagen no tan desastrosa de algunos otros. Tal vez, tiempo atrás, cuando la gente guardaba alguito de esperanza había siempre algún candidato con buena imagen que destacaba claramente del resto. Uno, o dos o, con suerte, tres. Pero ahora, lo sorprendente es que alguno no reciba tanta sombra de imagen negativa. Eso sí ya es un milagro en año electoral.

Si hay un termómetro global de lo mal que está el mundo, ese es justamente la atmósfera que se vive en India. Sin ir más lejos, la última semana balearon a un político junto a su hermano mientras daba una entrevista en tevé. La imagen es brutal: se lo ve desparramarse en la acera sin entender a ciencia cierta qué es lo que ha ocurrido. Lo que ha ocurrido es un reflejo de la ola de violencia creciente que asecha al país.

Cada vez que el equipo económico de la Argentina, acuerda un desembolso de fondos con el FMI o alguna otra entidad crediticia, y los medios sacan fotos y ponen títulos auspiciosos, mientras los funcionarios estrechan manos a pura sonrisa, uno se pregunta: ¿por qué esta gente nos sigue prestando dinero? 

Cuando era chico, mi sueño era tener un mono. No cualquier mono, sino un monito exactamente igual al que tenía el conductor Raúl Portal en su programa –uno pequeño, que llevaba en el hombre y era tan peludito-. “Mamá, quiero un mono”, le reclamaba a mi madre mientras cocinaba. “¿Un mono estás loco? Imposible”. Claro, vivíamos en un departamento en pleno Barracas y mi madre veía escenarios que, para mí, eran difusos. En tiempos donde internet no existía, traer un mono a casa era un delirio. Insistí e insistí durante semanas, meses, años y mamá no dio el brazo a torcer. Ya teníamos un perro, ¿para qué otro animal y además exótico? En aquella época, años ’80, en los aviso de periódicos vendían monos por doquier. No existía control de ningún tipo o si existía era una figura de cartón. “Fue una mala idea salir con mono en mi programa”, me confesó Raúl Portal, 30 años más tarde, cuando lo entrevisté en tiempos de su defensa al Padre Grassi. “Eso generó una alta demanda en el mercado negro de mascotas exóticas y muchos problemas en las casas”.

Todo el mundo sabía quién era María Kodama, la guardiana y viuda del gran Borges. Pero a ciencia cierta, nadie sabía bien quién era. Y ahora que ha partido a los 86 años, menos aún lo sabrán.

Esta manía de tener cámaras de seguridad hasta en el baño, hace que la vida se vuelva un permanente Gran Hermano donde realmente deberíamos ser todos eliminados de inmediato. Es cierto: ahora los robos callejeros, las salidas bancarias, los secuestros y demás delicias de la vida humana, tienen las patas cortas. Es raro que, registrados por alguna cámara, no los capturen en un abrir y cerrar de ojos.

Aquella noche en el Velódromo de Marpla, yo no iba a ver a Fito, iba a ver a Charly, que por entonces estrenaba “Cómo conseguir chicas”. Era inicios de los ’90. Y el amigo de mi hermano que me llevó –yo era un pibe, menor de edad-, me dijo: “Fito está a la altura de Charly. Ya vas a ver”. Y tal cual: pasó ese concierto doble de dos leyendas –cada uno hizo su repertorio, Fito iba de telonero- y quedé prendido de Fito también, como un efecto contagio. Por ese entonces, las aguas estaban divididas: los que escuchaban Soda, por un lado. Los que seguían a los Redondos por otro. Y la gente de Pappo. Y luego estaban los que seguíamos a Fito, Charly y Luis Alberto. Esos iban todos juntos, hermanados. A pesar de que, más tarde, cada uno diría que no había encono con los demás, lo cierto es que la gente tomaba partidismos.