A la ola de selfies domésticas en tiempos de cuarentena y bodrio encerrado, se le suman ahora las fotos de mascotas en todas sus poses y estados anímicos, 24hs full time. Hay más presencia mascotil en redes de la que nunca hubo en la historia. El índice canino se disparó por las nubes, cual precio del oro, son tendencia en twitter, los videos más populares en Instagram, y tienen canales propios en Tik Tok y YouTube.

Mi hija, por ejemplo, que tiene dos años, se mata de risa viendo perritos cantar –o ladrar, digamos- canciones completas de Frozen. ¿Cómo lo hacen? Es, por supuesto, un truco de audio, pero el asunto es que, con el ser humano en caída libre, desganado, desinflado, harto de sí mismo, ganan popularidad rapídisimo las mascotas. Que, según parecen, tienen más para decir que nosotros.

El boom mascotil celebrity nació allá lejos y hace tiempo, con la mona Chita y Tarzán, o con el perro Lasie, y luego se extendió a límites insospechados donde el animalaje tiene más rating que la humanidad, con su brain storming rancio y seco. 

Las redes exponen no sólo el vedetismo creciente de las mascotas, también expone el boludismo en sangre del hombre que, para combatir el aburrimiento, hasta se dedica a comprar ropa de abrigo a sus mascotas, que, considerando su pelaje, ya tienen de sobra. 

Tiempo atrás, la saga de “El planeta de los simios” proponía en el cine un futuro perturbador donde los monos conquistaban la tierra, y el ser humano era un mero esclavito explotado. Considerando el despotismo creciente de las mascotas, fogoneado por un protagonismo creciente y una devoción desproporcionada de los que deberían ser sus dueños, no hay que extrañarse que, en un par de años, la tierra le pertenezca no a los simios pero, por ejemplo, tal vez a los Bulldog franceses. O surja un nuevo panteón de divinidades de caniches toys, a la cual todos declararemos nuestro amor. O, vaya uno a saber, tal vez el coronavirus sólo ataca a las personas porque el universo animal anda tramando algo feo: quitarnos del medio. Y poner, al fin, este mundo en cuatro patas.