Cada vez que hablo con un amigo –o incluso con mi hija mayor-, me repiten: “Tenés que ver Dark, es una serie espectacular”. “¿Y de qué trata?” “Tiene que ver con una noción diferente del tiempo, que trasciende lo que pensamos es pasado, presente y futuro”. “Y entonces”, insisto yo para jorobar, “¿de qué trata?”

Llámenme retobado, terco, anti social, pero cada vez que hay una tendencia, cualquiera sea esta, yo soy de los que dan media vuelta y marchan en sentido contrario. Me joroban las tendencias. Si no fuera por las tendencias este mundo tendría un mejor destino. Pero si llegamos hasta aquí fue por subirnos una serie de tendencias marketineramente atroces que no hundieron en el fondo del mar. 

Pero hablábamos de Dark, y yo me fui por las ramas del marketing. Les decía, ante la insistencia buena onda de mis amigos, yo negaba bajo todo punto de vista la posibilidad de ver Dark, pero ahora se lo digo, y que quede aquí entre usted y yo: me empezó a dar cierta intriga.

Siempre amé el cine de David Lynch, y todo lo que tuviera atmósfera interdimensional, misteriosa. Y por lo que me contaban, Dark tenía ese aire a rasgadura en el plástico de la realidad. Luego me enteré que la serie era alemana y esto me dio cierta esperanza. Con beba pequeña en casa, es difícil encontrar hueco para ver series. Pero llegó el día y anuncié: “Hoy voy a ver Dark”. 

Y así fue cómo en 40 minutos me fumé un combo de suicidio –un ahorcado que deja una carta-, una infidelidad explícita –un poli casado y con familia, se curte a la viuda del suicida-, un pibe desaparecido –como si no bastaran los noticieros-, y una banda de amigos que busca la falopa que dejó, supuestamente ese pibe desaparecido, en una cueva temible. Y todo eso con el telón de fondo de un bosque oscuro y tan frío que te dan ganas de verla con pullover. Yo había empezado a verla con un ánimo soleado y primaveral –el día ayudaba- pero la serie me había enturbiado el humor, dejándolo como un mate frío. Diez minutos antes de terminar el primer episodio, despertó mi hija, de dos años, todo sonrisas y arrastrando un carro con dos bebés. 

A la noche, mi hija ya dormida, con mi señora entramos en la duda: “¿Terminamos el primer capítulo de Dark, nos quedan diez minutos?” Restaban claro apenas dos escenas para culminar y aún la serie estaba llena de intrigas como semillas en la tierra. Miré a mí esposa. Y mi esposa me miró a mí. Y llegamos a la misma pregunta: “¿Te parece que vale la pena?” Los dos cerramos la compu. Abrimos nuestros libros. Y sentimos en el fondo un gran alivio. A cagar con las tendencias.