Dentro de toda la menesunda que dejará la pandemia, tal vez haya algo rescatable. Tal vez, exista algo desde donde trazar el puntapié de lo que será, de ahora en más, el futuro de la humanidad. Puede parecer mero dato anecdótico, pero, si se lo piensa bien, contiene un sinfín de posibilidades. 

¿Qué tal si, con la disparada de la epidemia, el freno a sociabilizar, el encierro forzado, las ciudades, ese tótem de la civilización, empiezan a caer cual castillitos de arena? No hace falta buscar demasiada estadísticas, basta con consultarlo con amigos y familiares que viven en las grandes urbes: todos quieren rajar. La ciudad que antes era universo de posibilidades, ahora se volvió en tedio, cortina baja y trampa mortal. 

Vaya uno a saber pero, pasado el covid, el planeta se reorganice. Y el sueño de descomprimir los centros urbanos no sea una utopía. Sea más bien, una necesidad. 

Porque, mal o bien, en los pueblos y pequeñas comunidades se vive. En las ciudades, se sobrevive. No deberían permitirse aglomeraciones donde los nombres de las calles tengan más peso que los que la habitan. Pues en los pueblos, las referencias, más que los cartelitos de gestas patrióticas o santurrones cristianos, lo que importa realmente es que allí está el almacén de Olga, la casa de baterías de Casal, es a la vuelta de la quinta de Bety y demás indicaciones que apelan a seres humanos aquí y ahora. Si alguien muere en un pueblo, siempre es el conocido de un conocido. No se trata de un número. Es una historia y un hueco que uno puede ver claramente. El intendente vive ahí, por el centro. El comisario a pocas cuadras. El chorro. El listo. El idiota. Y ese tuti fruti conforma una comunidad. No hace falta en los pueblos, repetir que si uno se hunde nos hundimos todos. Se lo sufre al instante. 

Por eso, no quiero ponerme muy pueblerino proselitista, pero en el pueblo uno puede volver a sentirse humano. Así que, si es por mí, que vivo en una pequeña comunidad hace 15 años, las ciudades bien podrían demolerse en este mismo instante y desarmar todo el circo de una buena vez.