Con la segunda ola de covid, ya bañándonos los pies, ¿qué tal si elaboramos una estrategia diferente para atravesar el tiempo muerto? Pues la primera oleada lo único que generó fue un sinfín de maratones de series, y fotografías de perros en sillones. ¿Por qué no proponerse que, por cada foto de bichito en planta, gato en balcón, o lo que sea, uno se comprometa a leer diez páginas de un libro? Con el ritmo al que crece la idiotez fotográfica, lo más probable es que la gente acabe libros en menos de una semana.
Sería un cambio notable, lograr el compromiso de que, por cada audio de wappero de más de tres minutos, se impongan contraprestaciones de servicios como confección de compost casero, limpieza de espacio público y consumo masivo de clases de latín, a ver si se les pasa pronto.
Si la segunda ola nos baña igual que la primera, estamos fritos. Basta de tragar el agua de nuestra propia idiotez, mirando el ombligo, viendo el tiempo pasar.
El encierro no es buen consejero. Pero peor consejero es la idiotez. Así que, pongámonos creativos. Es sólo cuestión de pensarlo un poco: dejen a los perritos, perrear, a los gatitos gatear, y a las plantitas plantarse. Ellos no necesitan de sus fotos. Contemplen el atardecer y los amaneceres con las manos sujetas, tal vez, a algún pesado que impida la tendencia automática a sacarles foto y postearlas. Ya habrá visto los resultados: un atardecer en vivo es un desplegué visual inmenso, un atardecer en foto, es una chispita naranja que dice poco y nada.
No deje pasar la oportunidad. Hágase más sabio. Hágase más experto en algo. No permite que el ocio y el encierro saquen lo peor de usted. Tal vez, quién dice, cuando la segunda ola pase y saquemos nuevamente la cabeza, la tendrá más llena de contenido, se habrá bajado nuevas aplicaciones cerebrales, será un hombre nuevo. Dichoso. Unplugged.