Que Susana Sontag, la gran ensayista, era puertas adentro una déspota. Que Michel Foucault era, en sus tiempos libres, un pederasta que viajaba a Túnez a dar rienda suelta a sus bajos instintos. Que Johnny Depp que parecía tan copado, es un alcohólico golpeador. Que Plácido Domingo, Dustin Hoffman y un sinfín de celebridades del arte y el cine fueron, una o varias veces, manos largas, abusadores, víctimas de su propia animalidad. Al ritmo que vamos de revisionismo de trapitos al sol, dentro de poco el mundo se quedará sin ídolos. 

Los premios Oscar van a quedar desiertos. Y los Nobel, por falta de personalidades íntegras, serán donados a alguna fundación de niños carenciados cuyas autoridades, tarde o temprano, también recibirán denuncias. 

El peine fino que detecta inescrupulosidades del pasado y saca trapitos al sol largamente guardados, no perdona. A una biografía de luces y sombras de Sontag, se le acaba de sumar la acusación de un amigo de Foucault donde denuncia que el autor de “Vigilar y castigar” era un explotador infantil.

¿Pueden convivir dos mundos en uno? ¿Podemos –y de esto ya se ha hablado mucho- disfrutar la obra separando al creador? Y, lo más urgente aún, ¿deberemos crear otro panteón de personalidades que, tal vez, no ganen millones, quizás no sean tan geniales pero, al menos, sean impolutos?

O, en todo caso, deberemos ver  en ellos, como nos sucede cada vez que los políticos nos defraudan: representantes del mundo podrido que nos toca vivir. Donde nadie está a salvo. Por más que gane millones o sea un aclamado intelectual, el linkedin de humanidad, anda un poco flojo de currículum.

Tal vez, quién sabe, los próximos ídolos sean enfermeros. Sean cirujanos. Sean maestros. Sean secretarias de juzgado. El empleado del maxikiosco. Sea la tía. Gente que, sin la brillantina del reconocimiento barato, llevan vidas decentes, coherentes, serviciales. Siempre una sonrisa. Nunca un pero. Nunca una queja. Siempre una chispa de fe en medio de la tormenta. Tal vez, sus vidas no sean taquilleras. Pero, al menos, más tarde no habrá sorpresas que nos hagan sentir tan pésimo.