Podrán decirle lo que quieran a Putin, que es villano, que es absurdo, que es totalitario, que es desalmado, sin embargo lo que pocos dicen es que la guerra sigue siendo un negocio millonario. Y cada vez que un país pone un pie en otro, mientras los medios se rasgan las vestiduras con el descalabro internacional, las muertes y los videos de edificios desmoronados, la gente que sostiene este mundo, cosecha la siembra de armamentos que fabricó en tiempos de paz. Tiempos, para ellos, de pérdida. 

Si no hay una justificación económica a la guerra, la única justificación es el absurdo de la locura. Así como el fútbol construye estrellas y goleadores, las fábricas de armas necesitan construir villanos a medida para que sostengan y de tanto en tanto, revivan el negocio. 

Es mentira que esté mundo quiere paz. La paz no rinde económicamente. La paz le servirá a las pymes, a los pobres, a la clase media, a usted y a mí, pero para los pesos pesados, es tiempo perdido. Un paréntesis en la historia. Un agujero en las cuentas. Chupar un clavo.

Por eso, podrán analizar de miles de formas el atropello de Putin sobre Ucrania. Pleito histórico. Lucha por la soberanía. Presión solapada de Europa. Duelo interminable Oriente vs Occidente forever. Pero lo cierto es que, siempre detrás de todo duelo, hay gente contando billetes. O, ya que las armas se venden a su peso en oro –no vayan a ir con papelitos a comprar un misil-, contando mejor aún, lingotes.

 Así que, no vengan con malos de la película. Con los rusos temibles y despiadados. No vengan con análisis geopolíticos y gasoductos. Nada de eso. Guerra equivale a dinero. Pero dinero en serio. Y cada tanto, los que manejan los hilos de este mundo, necesitan facturar cueste lo que cueste. Digan lo que digan. Si hay lingotes de por medio, que lluevan las balas.