Con el futuro a la vuelta de la esquina, y las películas de sci fi encriptadas en los periódicos de cada día, vivir la proyección de lo que soñaron las mentes más creativas hace 30 años, no es tarea fácil. Sólo falta remplazar los colectivos de líneas por las naves espaciales, pero ya todo lo anuncia: lo que iba a venir es esto.

Vivimos en el futuro hace poco tiempo, sólo que aún no nos hemos dado cuenta. Pero claro, ahora que tenemos un pie en la era donde todo es tecnológico e interconectado, es que uno se pregunta: ¿y luego qué? ¿Cuál es el futuro del futuro?

Por lo pronto, ya lo hemos visto: la Tierra ha pasado de moda. Ya no hay rincón por explorar. Mar por atravesar. Ni bestia por conquistar. Somos como un niño aburrido de sus juguetes. Sólo queda, por el momento, buscar nuevos horizontes. Pero, uno se pregunta: ¿adónde iremos a parar? Por lo pronto, todo parece indicar dos caminos: o la humanidad se muda a Marte –primero, unos locos millonarios, luego de tanto verlo postear fotos fantásticas de los atardeceres en el planeta rojo, iremos el resto-, o la humanidad se muda a Meta. ¿Aún no sabe lo que es Meta? Debería googlearlo en este mismo instante. Meta es, por así decirlo, un planeta paralelo donde uno trabajará, hará amigos, saldrá de parranda, sin pasar por piquetes, paro en el subte ni nada de eso, pues en síntesis: es todo virtual. Este es el gran proyecto de la mente detrás de Facebook. Y, sin dudas, el sitio donde tarde o temprano, nos guste más o nos guste menos todos deberemos asistir.

Habrá, por supuesto, algunos nostálgicos que persistirán en quedarse 24 horas en la Tierra, sin enchufes ni virtualidad, escuchando discos de pasta y tomándose bondis desarmados y vueltos a rearmar. Comiendo pizza de parado. Viendo chorrear la medialuna sobre el café con leche. Gente retro que caminará tras el humo, y la chatarra, tras un mundo siempre nublado, con muchos insectos nuevos, y triple barbijo, al que ya a nadie le interesa ni le importa. Poco quedarán de las casas y los jardines, pues a la gente les basta con tener asegurada una cápsula donde vivir la vida en Meta sin que nadie los jorobe ni los testigos de Jehová le vengan a tocar el timbre. A lo lejos, millones de personas tomarán fotos de la tierra, cada vez menos azulada más lúgubre, vistas desde Marte. Ese es el futuro que nos espera. Dios mío.