Los expertos infectólogos del mundo dicen que, pronto, muy pronto, saldremos del túnel de la pandemia. Hace tiempo, se vio luz al final del túnel y, auguran ellos, queda un trecho corto para pasar del otro lado. Y ver el cielo abierto sin tapabocas ni pinchazos, ni temor a morir en un estornudo.
Y aquí estamos, con un pie en la oscuridad de un mundo cubierto y encerrado, y el otro pie, temeroso aún en el mundo que se viene. Y es, en ese orden de cosas, donde uno se pregunta: ¿cómo será la nueva normalidad? ¿Cómo era la vida antes, cuando no había temor al acabose? ¿Cómo era conversar con los amigos, ir a una fiesta, ir al cine, y toser libremente sin que a uno lo miren como si fuera a detonar en público?
A decir verdad, no importa que la normalidad sea tan normal como antes: cristalina, de profundo verdor, descampada, descapotada, con intercambios tete a tete, cheek to cheek, sin temor al amuchamiento, lo importante es que, más allá del escenario, uno, admitámoslo, no volverá tan normal como antes. Nos hemos vuelto bichos bastante solitarios. Una mezcla de Rambo sin metralleta y la pesadumbre espinosa de Ernesto Sábato. Nos volvimos animalitos de cueva. Acovachados ante la amenaza del desastre. Desarrollamos un instinto de supervivencia que nos permitió apechugar dos temporadas sin necesidad de nada y, sobre todo, de nadie. El intercambio social se limitó a palabritas desganados por wapp: así pasaron cumpleaños, nacimientos, muertes. Y a eso llamamos vínculos.
Y ahora, zas, la normalidad de nuevo llamándonos. Convocándonos a asomar la naricita al sol.
No señor. No señora. No volveremos tan normales como antes. Podrá ver una muchedumbre. Una multitud en partido de fútbol. O una peregrinación a Luján. Pero no se confunda: no es una multitud, es un enjambre de miles y miles de bichitos solitarios. Por más que vayan hombro con hombro, no significa que vayan unidos.
Qué clase de bicho acabaremos por transformarnos en los tiempos que vienen, es una gran incógnita. Esperemos nomás, y Dios quiera, no morder a nadie. Y lamentar heridos.