Pasó medio siglo desde la última tripulación a la Luna. Parece una inmensidad de tiempo, cuando las cosas van cada día a más velocidad. Pero la misión Artemis de la NASA (que iba a ser lanzada esta semana y finalmente se postergó), gracias a un cohete de 98 metros –como una cuadra de masa metálica rompiendo la atmósfera-, equipado con un sistema de seguridad de avanzada, pondrá rumbo al espacio a fin de inaugurar, desde ahora y para siempre, la Luna como un paso al cosmos. O, para decirlo mejor, un paso hacia Marte, la verdadera cruzada de la NASA y donde tienen puestos los ojos toda la tecnología e inversión en la carrera espacial. ¿Por qué volver a la Luna? Para asentar allí una base que permita proveer de asistencia a los viajes futuros a Marte y recortar algo de distancia.

 La misión de Artemis no llevará personas pero sí tendrá una tecnología diferente, capaz de albergar luego a cuatro astronautas –antes eran tres- y será monitoreada desde la Tierra, e inaugurará nuevas formas de entrar y salir de la atmósfera –estacionar, para las naves siempre ha sido un dolor de cabeza-. 

Iremos acostumbrándonos cada año a más noticias como estas, que pongan la mira en el infinito y más allá, en lugar de resolver los conflictos urgentes en el finito y más acá. 

Por otro lado, el vacío blanco lunar tiene algo de estación de servicio rutera, con un gris blanquecino de asfalto. La intención de la NASA es en breve, tener gente en la Luna en guardia full time. Monitoreando vaya a saber qué. Anticipándonos quizás al meteorito que nos fulminará cual dinosaurios. La tormenta perfecta que vendrá del cielo para levantarnos en pala. La nave nodriza que bajará para quitarnos de en medio como maleza en su conquista de nuevos planetas. No sería raro que, mientras la humanidad pone los ojos en conquistar el planeta rojo, una flota alienígena, con cierta información inmobiliaria fiable, venga para aquí a construir sus edificios alienígenas iguales a los nuestros pero con terrazas con plataforma de despegue de navecitas, y, por supuesto, delivery manejado por humanos esclavizados, arrepentidos de haber puesto la libido en una planeta grande pero sin magia, ni ríos, ni verdor, y desprotegido este otro, más pequeño, pero más vivo, con mejor ritmo, más onda, aunque con un problemita a cuestas: el propio ser humano.