En tiempos imperiosos donde, a pesar del caos y la mishadura, te insisten en que seas feliz a cualquier precio, y que tus selfies salgan luminosas cual foco led, además resulta que si te viene una mala, debés poner cara de candidato en campaña, capear el temporal y sacar la moraleja de todo el viento en contra en la cara porque, una cosa más: también debés ser resiliente.

Se supone que esa felicidad de amianto y ese moralejismo en sangre nos permitirán vivir una vejez arrugada pero pletórica de sabiduría, donde nuestros posteos destilarán un conocimiento sapiencial que dejaría al gran Borges como revista Patoruzito.

Este mundo está lleno de recetas y consejos que funcionan quizás en Noruega, pero que nadie, por estos lugares quiere –ni se atreve- a aplicar. Y el estado anímico y las sonrisas caen como billete de 100 pesos. No hay con qué darle.

Es, en ese orden de cosas, cómo la neurociencia arribó a un concepto nuevo: los reactivos emocionales. Al parecer, así indican estudios publicados en prestigiosas revistas, ante un desafío, un obstáculo, un palito en la rueda, una espina en el pie, un mosquito a las 3 AM, en fin, las delicias de la vida misma, los reactivos emocionales en lugar de preguntar al cosmos: ¿qué tiene esto para enseñarme y fortalecerme?, se dedican a reaccionar impulsivamente a puro zapatazo. Y luego pagan caras las consecuencias. Los científicos dicen que un niño reactivo emocional, padecerá luego, con más posibilidades, depresión que uno que ve el vaso lleno a la vida.

El reactivo emocional es una persona en carne viva, que maldecirá por el bondi que no llega, el peso que no llega, el amor que no llega, el envío de Mercado Libre que no llega. De su boca saldrá a borbotones un río de palabrotas que expulsará como Riachuelo en verano. Y, como podrá intuir, el barrio, la ciudad, el país, están llenos de reactivos emocionales. Podrá sacar muchas conclusiones de este mero dato estadístico: desde por qué el clima de trabajo es tan hostil hasta los resultados de las últimas elecciones.

Hay reactivos como vecinos, porteros, en el ascensor, es reactivo su abuela, su hermana, y el bebé en el vientre de mamá, déle un poco de tiempo: lo tendrá, a la primera espera prolongada, revoleando el chupete con admirable fuerza temprana.

Y esto, al fin, nos lleva a la conclusión final de esta historia: no, no es calentamiento global lo que vive y sufre el mundo. Es pura y malsana y masiva calentura humana. Y el pronóstico indica que año tras año, irá en aumento.