No importa lo smart que se ponga la tecnología, los autos van a seguir siendo un masivo objeto de deseo. Que el celular se doble, que las pantallas se amplíen y vuelvan 3D, que la realidad aumentada se refleje en tus anteojos, que nuestros libros electrónicos almacenen la biblioteca universal, o que los auriculares contengan la música de toda la historia de la humanidad, nada de eso importa frente a un auto que ruja cual fiera y siga sirviendo de símbolo de que, no importa lo mal que se pongan las cosas, siempre uno puede huir a toda velocidad.
No sabemos a ciencia cierta cuando los autos dejaron de ser un simple transporte en cuatro ruedas, para convertirse en sinónimo de status y buena vida, lo que sí sabemos es una cosa: por más que las naves espaciales salgan al mercado, siempre habrá locos que decidirán, de puro tercos, ir por tierra cueste lo que cueste.
Y hablando de locos, la última semana 30 mil personas atestaron las calles de Buenos Aires para la competencia Autos locos, organizada por Red Bull, donde la consigna era que cada uno diseñara su propia forma de propulsarse y, sobre todo, le pusiera onda al diseño. Cuanto más demente, mejor puntuado.
Y así desfilaron autos con forma alienígena, con forma de guiso, con forma de ambulancia y con forma de inodoro. La gente aplaudió a los competidores como si el mundo acabara de ser salvado –pues bueno, esta gente con sus propias manos ensambló un vehículo desde cero, señal de que, si mañana quiebran todas las automotrices aún habrán mentes capaces de darnos coches con los cuales irnos a ver a Boquita- .
El desafío de la competencia era construir un auto sin motor que fuera capaz de enfrentar toda clase de obstáculos como la vida misma. Participaron 30 y ganó una ambulancia retro comandada por los bomberos de Luján con narices de clown.
Queremos tanto a los autos. No nos importa lo locos que estén. Ni que las publicidades nos asocien el coche a una mejor pareja, una vida más plena y feliz, y nos estafen a cuatro manos con precios irrisorios. No importa nada de eso. Los niños seguirán comprando autitos y jugando video games de coches que aplastan al mundo entero. Mientras la saga de Rápido y furioso seguirá enterrando a sus protagonistas pero entregando religiosamente nuevas partes de una saga infinita. Y este planeta seguirá igual de rápido e igual de furioso que siempre. Y a rodar la vida. Y a rodar mi amor.