Se llama Bryan Johnson. Y hasta no hace mucho tiempo atravesaba un cuadro depresivo. Se había alejado de la iglesia mormona, donde comulgó toda su vida; y tras una millonaria operación, había quedado sin la salvia de la vida.
En los negocios le iba fantástico: acababa de vender a Paypal un sistema de pagos por el cual recibió 300 millones de dólares. Pero ya saben el dicho: el dinero no hace la felicidad. Y Bryan, con tanto billete encima, se hundió en la desesperanza. Hasta que tuvo una iluminación: decidió que no sólo no viviría más triste sino que además viviría en la felicidad más absoluta mucho pero mucho tiempo. Una exageración de años: digamos más de 200, algo que nunca sucedió en la historia de la humanidad.
Se hizo un obsesivo de no envejecer. Y sobre todo, se volvió un freak de la longevidad. Aplicó todo lo que había a disposición en términos de vida sana y prolongación de la existencia. Y dedicó cada vez más partes de su vida a hacer lo que el llama “un atleta” de la juventud. No le fue mal: y hoy a los 46 tiene la piel y el estado de un adolescente de 18. Y se mide hasta las erecciones noctunras, pues dice qe también son un reflejo de cómo debería estar el cuerpo. Y que gracias al medidor, detectó que tiene 2 horas de erecciones durante la noche. No está mal pero quiere llegar a las más de 3 horas de parada por noche, el promedio de todo adolescente alzado.
Bryan es, en este momento, el hombre que más sabe de huesos ,tendones, articulaciones, alimentación, todo con el mismo objetivo: retratar el reloj biológico, o de ser posible, estrellarlo contra la pared.
Bryan recibe transfusiones de su hijo. Ingiere 60 pastillas al día. Y tiene un equipo multidiscipliinario de 30 médicos que lo acompañan día y noche para quienes no hay recreos y que auscultan a Bryan cada minuto de su vida.