Semanas más, semanas menos, los medios se asombraron ante una estadística de salud que advertía que, en la ciudad de Buenos Aires, CABA para los amigos, habían aumentado el 70% los casos de diarrea. Es decir, cada vez más gente se hace encima. O por poco se hace encima. Pero es igual: 70% de aumento de casos de gente con diarrea repercute también indirectamente en el tránsito cloacal subterráneo que, a pesar de que no hay piquetes allá abajo, cada dos por tres el tránsito se tranca.

¿Pero por qué tanto arrebato de toilet?, se preguntará. ¿Por qué este súbito pico de diarrea urbana? ¿Es un escenario post dengue habitual? ¿Es que ya somos un país tropical y aún no lo advertimos –por si no conoce el dato: en los países tropicales, así como la gente toma más sol también es proclive a tener estas corridas sanitarias-?

Yo tengo esta teoría, a la luz de estos datos de salud, y también a la luz de mis estudios en el área de la medicina y sobre todo la gastroenterología que pueden resumirse en una sola palabra: cero. A pesar de mi escaso conocimiento de los circuitos intestinales, sólo vistos a la luz de alguna esporádica parrillada, me entrego en cuerpo y alma a defender la siguiente hipótesis. Y dice así: “La vida en las grandes ciudad ya no pega en la cabeza. Ahora pega en las tripas”.

Cuando los medios hablan de “mal trago” o “malestar social”, vamos, eso a un lugar se tiene que ir. Hay que ser muy infantil, o muy inocente o, ya que estamos en tema, tener el estómago muy duro, para que de tanto empinar el codo con malos tragos, uno salga con su sistema de evacuación intacto y sin mella.
No señor. No señora. La crisis. Los recortes. La motosierra. Todo eso es fatal para nuestro aparato digestivo. La diarrea es una forma del cuerpo de decir: “Todo alimento que entre, lo voy a dejar pasar. ¿Para qué tomarme el trabajo de recoger vitaminas y nutrientes? Vamos a ahorrar también energía”. Y ahí tiene: una disparada de 70% de casos con diarrea en CABA. Cada vez que los medios digan “la crisis golpea fuerte”, ahora ya sabe que no es metáfora mediática. Y sabe bien adónde va a parar ese golpe.