Que la inflación baja. Que el presidente se reúne con Elon Musk, luego con el fundador de Facebook. Que le dan premios aquí y allá. Y lo aplaude gente que, no suele ser proclive al aplauso.
Lo mío, como podrá ver por mi espacio, no es la política. Sin embargo, el último resultado del sondeo del observatorio de deuda social de la UCA, arrojó un dato que debería ser señal de un gran incendio. Un tsunami que tenemos aquí con nosotros. Y que no importa si el presidente es ducho para despejar rivales por su cuenta de X, o para codearse con gente top, o si le dan premios o si escribe libros, o si sale o no con Yuyito González. Lo que importa es que, según el sondeo de la UCA, el 55% de los argentinos son –somos- pobres. Y uno de cada cinco de los argentinos –nosotros mismos- es indigente.
Es curioso: como todo dato importante, nadie habla de ello. Sin embargo, esta es la realidad real, la verdad de la milanesa: más de la mitad de los argentinos – nosotros- son –somos- pobres. La cifra debería ser lo único que tendrían que abordar los medios. Deberían dedicar números especiales, y lo mismo los noticieros. El único debate que merece la pena ser tratado. Y así como se declaró estado de emergencia con la pandemia, deberíamos declarar estado de emergencia ahora: no puede más de la mitad de un país, ser pobre. Y aún así, seguir pagando deudas. No se puede. No es posible. No es humano.
Será, por cosas así, que no me dedico a escribir de política. Pues no termino de entenderla. Es como un hospital que ingresa a un paciente víctima de una explosión y se dedica, primero que nada, a llevarlo al peluquero. “Ha venido algo despeinado”, dice el jefe de guardia. “Así que, preferimos primero hacerle un buen corte”. Esto es igual: la pobre ha escalado a dimensiones históricas, y los medios debaten aún si el dólar sube, si no. Si dolarizar. Si no. Si el presidente es liberal. Ultra liberal. O es mesiánico capitalista.
A quién le importa todo eso, cuando hay un incendio llamado pobreza que ya es viral. Y no perdona a nadie. Y día a día, cae cada vez más gente en la miseria, el amargor del hambre y los sueños desplazados. Y los medios –nosotros- seguimos entusiasmados porque Marcelo Gallardo regresa a River. Eso sí que es noticia.