Cuánto viviremos los seres humanos en el futuro? O, para ser más tremendos: ¿viviremos los seres humanos en el futuro?
La pregunta sobre la expectativa de sobrevida en la raza humana es tendencia en el mundo científico. En tiempos donde, se cree, la cura de enfermedades severas puede estar a la vuelta de la esquina, donde la medicina preventiva, personalizada, y el uso de nanotecnología para reparar el cuerpo como si fuera auto de fórmula uno, todo eso hace pensar que el hombre tiene un largo camino de vida por recorrer.
De hecho, la expectativa de vida en los últimos años creció y creció. Si 200 años atrás la expectativa de vida era de 40 años, hoy lo más normal es que una persona atraviese los 85 sin problemas, jugando el tenis y bailando disco. Pero ojo: los gráficos a veces pueden engañar. Pues, en verdad, no es que 200 años atrás la mayoría de la población muriera pasados los 40, sino que la mortalidad infantil era tal, que reducía drásticamente el promedio de expectativa de vida.
Aún así, aclarado eso, el ser humano no para de vivir. Vive tanto que ya no le quedan series en Neflix por ver. Ni libros por leer. Ni discos por escuchar. Ni chistes por aprender. Y aún así, prefiere seguir agotando las posibilidades aquí, que explorando el mundo en el más allá de la muerte.
Ahora bien, ¿puede durar el ser humano infinitamente? ¿Puede esa expectativa de vida seguir creciendo sin pausa? Ese es el debate que tiene a los científicos en vilo: pues, a pesar de los avances, hoy coinciden en que una persona de más de 100 años, tiene, por decir así, su disco rígido completamente agotado. Y si no es una enfermedad, el cuerpo mismo, cada átomo de su ser, cada espiral de su cromosoma, dirá basta. Y sanseacabó.
Para vivir más, conjeturan lo que saben, habrá que apelar a otras formas de sobrevida: tal vez, híbridos robótico, ensamblaje de metal y carne, sangre y fibra óptica, venas y cableríos que permitan, ahora sí, darle al ser humano la eternidad tan buscada. Mitad humana, mitad máquina. Un mix cuyo resultado sólo hay conjeturas y malas películas de ciencia ficción que nos retratan cómo será.
Pero claro: lo que nadie se pregunta, en el vértigo apresurado por ampliar los límites de vida y hacer que el hombre, siempre tan temeroso a soltar y abandonar la escena, se perpetúe, es si realmente vale la pena vivir 120 años. O más. Sin preguntarse, claro, es que hará el planeta con una plaga humana que, no sólo sigue siendo altamente nociva, sino que, ahora, le cuesta tanto al planeta quitarse de encima y, al menos, convertirla en compost.
En otras palabras, y para concluir, deberíamos a la par de buscar ampliar la expectativa de vida a límites nunca atravesados, deberíamos, decía, buscar un planeta donde colocar tanta gente ancianísima empecinada en no morir. Un planeta cálido y con playas. Que incluya, sobre todo, amenities suficientemente avanzadas para entretener a tanto viejito inoxidable y aburridos para quienes, desde hace tiempo, ya no queda nuevo bajo el sol.