Maradona ya murió y es leyenda. Messi ya está de vuelta jugando casi en el retiro de su carrera. Manu Ginóbili ya se jubiló del básquet. Las Leonas tampoco fueron para tanto. Los Pumas, menos. Lole Reuteman murió y a Willy Vilas ya no le quedan más rulos y está más para el bronce que para volver aún como técnico. Con un panorama así, los argentinos se preguntan, piden, reclaman, y anhelan desde lo más profundo de su ansioso corazón: ¿dónde está el próximo ídolo deportivo?
Y entonces, ahí lo tienen, lo descubren hace meses nomás: el joven Colapinto. La promesa de la F1. El que dejó el acné hace días nomás y ahora se perfila como el nuevo ídolo indiscutido de un pueblo que lo necesita. Lo clama. Lo reclama. Lo pide como propio. Lo quiere acobijar en casa. Una nación que hasta días atrás no le daba ni cinco centavos de atención al automovilismo, ahora opina como si fuera experto.
Queremos a Colapinto. Lo queremos ver bien. Lo queremos ver escalar uno a uno los peldaños del éxito. Para así, junto a él, sentirnos campeones de lo que sea. Porque cada vez que Colapinto pasa un auto a la carrera, nosotros también sentimos que pasamos un obstáculo. Porque cada vez que un capo del F1 habla bien de él, sentimos que habla bien de nosotros. Porque Colapinto es tan joven que a nosotros también se nos caen los años con sólo verlo.
Y ahí está: un ídolo de estreno. Aún no lo agarró ninguna botinera –que, para el rubro ahora será, por más feo que suene, gomera-, y lo pondrá en los programas de chimentos y le romperá el corazón. Aún no lo denunciaron de nada: y los recaudadores de impuestos aún no lo tienen en la mira. Aún no sabemos si tiene un primo o un hermano o un tío en la mala vida. O qué desafío lo espera: ¿será como del Potro un ir y venir del médico a otro, y un ídolo de pura resiliencia? ¿será un ídolo aburrido, un ídolo rockero, un ídolo que siempre quiso pero nunca acabó por llegar? ¿Será un ídolo completo, como Messi, recto, familiero y enfocado al volante?
Aún no lo sabemos. Pero ya se lo vio casi de fiesta con argentinas famosas que lo abrazaron más de la cuenta. Y en el último certamen en EE.UU. se lo vio trepado al alambre cantando con los argentinos que fueron a vitorearlo y a coronarlo antes de tiempo.
Ah, necesitamos tanto un ídolo nuevo. No importa el rubro. Queremos una historia que nos haga sentir campeones de lo que sea. Aunque sea por ósmosis. Queremos un ídolo en nuestras vidas para soñar despiertos de que, tal vez, con viento a favor, y una vez cada tanto, no somos una manga de fracasados.