Que saldremos del cepo antes de lo esperado. Que si el país empalma tres meses consecutivos de inflación por el suelo como una racha en la ruleta, entonces sí, saldremos del cepo. Que después de las elecciones legislativas de octubre para contener imprevistos y cerrar el año con una buena noticia, entonces se acabará el cepo. Que sucederá antes de las elecciones para ganar electorado.

No importa lo que vaticinen los medios y el gobierno, el fin del cepo es del gran tema de la economía argentina. Le gana a la inflación, a la salida del impuesto país y demás delicias de la vida vernácula. A veces parece que está a la vuelta de la esquina, a veces se aleja como un sueño.

Sin embargo, la pregunta del millón es: ¿qué haremos una vez que el cepo ya no esté? ¿Saldremos a comprar dólares cual niño buscando golosinas? ¿La gente se agolpará en los bancos como si fueran shoppings a hacerse del verde billete como un eterno black Friday?

Es decir, ¿estaremos a la altura de las circunstancias? O, mejor dicho: ¿podremos realmente sobrellevar el peso de la libertad cambiaria?

Los argentinos somos seres imprevisibles. Ni nosotros mismos ni siquiera mamá sabe qué esperar. Pero algo es seguro: tener a una sociedad amordazada y limitada en cualquiera sea el rubro, generará, una vez finalizado el límite, en estampida de toro. Atrapado durante años, el toro argentino que se descubre libre de la noche a la mañana, sólo querrá correr y cornear, cornear y correr.

Los argentinos que, de pronto, descubren que el cepo ya no corre más, será el equivalente al fin del tapabocas y la pandemia. El sabor de la libertad es único, indescriptible, liviano. Pero puede traernos a futuro que, como señorita retando a mal alumno, nos vuelvan a encajar de castigo el cepo por no saber comportarnos. Por no actuar con responsabilidad ante ese fenómeno ya olvidado llamado libertad cambiaria.

Y, como si fuera el final de una larga dieta que nos tuvo privados de lo más rico de esta vida, tener acceso libre a dólares, quién sabe, tal vez nos vuelva a embarrar en la crisis. La crisis profunda, ineludible e idiota de no poder dejar de ser tan argentinos como somos.