Esta semana fue tema debatido por los medios el desplante de Milei a Jorge Macri y también a su vice. Que lo “dejó con la mano en el aire”, que fue “un papelón”, que fue “falta total de cortesía”. En fin. Una cosa es no saludar y otra cosa es negar el saludo. Pero entonces, ¿cómo se supone que uno debe mostrar distancia social o simplemente rabia?

Lo más moderado sería, claro, saludar a pesar de la rivalidad. Brindar un saludo frío sin siquiera mirar a la cara, un saludo express, que sea más una afrenta por la hostilidad implícita que un desaire de no saludo –el papa Francisco en varias fotos con presidentes era un maestro en ello-. 

Negar el saludo es jodido. Y tal vez es más duro que enfrentar una metralla de palabrotas. Pues del que pronuncia las palabrotas se podría decir que uno ya nada espera, nada social digamos, excepto semejante atropello verbal. Sin embargo, el que niega el saludo es como si en ese exacto momento rompiera todo tipo de vínculo. Sin saludo, hay vacío. Silencio de radio. Corte y quebrada. Y a otra cosa mariposa.

Normalmente el que corta públicamente un saludo es porque tal vez necesita mostrarse fuerte. Enérgico. Saludo a quien quiero y a quien quiero no. Y los que tienen la fortuna de recibir el saludo –un par subieron fotos del Tedeum donde sí el presidente los saludó- pueden sentirse gratificados: el presidente aún guarda esperanzas en ese vínculo. No hay rotas cadenas. El eslabón mínimo del estrechón de manos se mantiene intacto y en su sitio.

Hay, por supuesto, una forma más enérgica de cortar el saludo y queremos proponer su método aquí, pues aplicándolo a fondo se despejan las dudas y el receptor entiende claramente que no es bienvenido. Consiste en lo siguiente: se pliegan los dedos unos sobre otros –con una mano es suficiente-. Luego uno deja caer el brazo a un lado, y lo proyecta acto seguido en el aire trazando una suerte de arco, a la manera de un látigo. Hay que imprimir velocidad en el movimiento para que cumpla su objetivo y cuando llegue al destino final, el receptor sepa inmediatamente que no sólo no recibirá una respuesta a su saludo. Si no que, si sigue comportándose como un verdadero idiota, vendrá otra piña del mismo calibre.