Mientras la inteligencia artificial avanza y avanza, y hace cada vez más actividades complejas que antes con mucho esfuerzo y días de trabajo resolvíamos nosotros de mala cara, es que uno se pregunta: ¿cuando la IA lo haga todo, entonces nosotros, los seres humanos qué haremos con tanto tiempo libre por delante?

La gente se preocupa si nos quedaremos sin empleos –obvio que sí-, y si seremos definitivamente desplazados por una inteligencia filosa, hiperlúcida, activa 24/7 –obvio que también-, sin embargo nosotros deberíamos preguntarnos qué hacer con tanto ocio a futuro.

Pues claro, la sociedad moderna nos ha tenido como a burros de carga: trabajando y trabajando. Sin pensar qué hacer con los huecos entre trabajo y trabajo más que pescarse una borrachera o cosas peores.

Nos olvidamos de la gracia del recreo infantil, donde uno soltaba amarras y realmente vivía la vida. Ya no sabemos bien qué hacer con el tiempo libre que ahora, en esta sociedad que todo lo mide por resultados, es tiempo vacío. Horas sin propósito. Tiradas al cesto.

Si uno lo piensa seriamente, se trabaja, claro para subsistir pero también para tener tiempo libre. Sin embargo, cuando llega la hora del tiempo libre uno de inmediato lo ocupa con otras tareas. No se brinda de brazos abiertos al recreo y la rascada de ombligo. De hecho, ya no sabe cómo hacerlo. Y la IA no nos puede ayudar en esa área tan humana por excelencia.

Por eso es vital, en esta etapa donde la IA nos ayudará cada vez a resolver tareas y así descomprimir nuestro estrés, presión y liberarnos horarios, hay que ser creativos y llenar los espacios vacíos con, no lo sé, aeromodelismo, cría de gusanos de seda, torneos de metegol profesional. La vida al divino botón da un poco de miedito. Caer en la escala evolutiva y ya no ser los amos y señores del planeta, sin embargo, tiene sus ventajas. Al fin de cuentas, que laburen los robots. Nosotros, mientras tanto, los alentamos, con tablita de picada, desde el sofá. Seremos los nuevos chimpancés. Pero quién nos quitará lo bailado.