Que hay que dormir ocho horas mínimo. Que hay que dormir de costado. Que hay que dormir panza arriba. Que hay que dormir con el celular lejos. Que hay que dormir con un colchón de qué se yo. Y una almohada de no sé qué. Que hay que dormir con música. Que hay que despertar desperezándose lo máximo posible y sin mirar el celular. Y si es lo posible despertar bañado por los rayos de sol matutino. Que se puede dormir mientras se escucha hablar un idioma nuevo –por ejemplo, si uno busca aprender chino-.

Que se duerme como si fuera un mismo acto plano pero que el dormir tiene paisajes y profundidades.

Que dormir bien es la clave para vivir bien.

Que mal dormir es detonar un sinfín de catástrofes cotidianas: poca concentración, malhumor, irascibilidad.

Que mejor dormir en dos partes: es decir, la siesta sería clave para reponer qué sé yo cuántas cosas en el cerebro que, si no están en su lugar, hacen de usted un bueno para nada.

Que irse a dormir temprano es la llave de un buen sueño. Y acostarse tarde, o de madrugada, por más horas que usted duerma no tendrá el descanso que le otorgarán un pleno uso de sus facultades mentales.

En fin, dormir, afirman los científicos, es tan vital como comer y beber, y las otras necesidades number one de sentirnos vivos que no viene al caso enumerar acá. Dormir: desenchufar los cables. Reiniciar la máquina. Morir en vida. Volar de este mundo. Para volver a la mañana siguiente, y estar con todas las luces encendidas, lúcido y descansado, para seguir jorobando al resto de los mortales.