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Por Cicco. Pobre hombre, siempre cada dos por tres llega un gurú de la espiritualidad edulcorada y dice que se basa en las enseñanzas de Buda. ¿No será demasiado che?

 

Ahora el boom es la Mindfulness. Todo el mundo, celebrities y no tanto, médicos advenedizos hablan y recalcan los beneficios de una terapia donde se trata básicamente de concentrarse. “Todo esto viene de las técnicas meditativas que empleaba Buda hace miles de años”, repiten sus gurúes. Aflojemos.

Dentro de poco, alguien va a crear una meditación basada en estar sentado y esperar, y dirá que se remite a Buda, pues él se dijo: “Me voy a sentar bajo este árbol y hasta que no me ilumine no me voy a levantar”. No da.

Es que, desde hace tiempo, decir que uno comulga con el budismo es cool. Cualquier local de artesanías de Palermo tiene Budas para venderte, en la posición que quieras y el formato que gustes: gordo, flaco, pelado, peludo, sentado, de pie, austero, o repleto de cosas cual Ekeko sin lugar para el pucho. A pesar de que los budistas auténticos, rechazan hacer imágenes de Buda, a nadie le importa.

En Tailindia, donde hay templos de Buda hechos con botellas de cerveza, y los fieles frotan los billetes contra las estatuas para ser afortunados en sus finanzas, algunos monjes budistas, vuelan en jet privado y llevan marcas como Louis Vuitton. ¿No me cree? Hasta hay fotos. Allá, hay monjes acusados de abuso infantil, de comprar porno y, si se sube uno al bondi, tenés que dejarle el asiento: un monje tiene tanto derecho como un anciano a sentarse.

Entonces, basta de meterse con Buda. Hace poco, los medios del mundo se hicieron eco de la noticia: el monje Mimi Tao, a los 22 años, se cambió de sexo y se hizo modelo trans. Y tres años atrás, en España el fundador del Monasterio budista Océano de la Tranquilidad, un monje shaolin llamado Juan Carlos Aguilar, quien repetía a sus discipulos que superen su instinto animal, fue acusado de crimen y torturas. Los detalles, búsquelos en la web.

La violencia empapa al budismo, como a las otras religiones. En países de Oriente, las minorías religiosas, si salen a las calles por la noche, es una ruleta rusa: si lo agarra un budista de los bravos, los muelen a palos.

Así que, por favor, dejemos a Buda en paz. Fue un gran hombre. Un príncipe y un santo. Y en lugar de comprar estatuitas, y meter etiquetas budistas a diestra y siniestra, en todo caso, leamos ese librito maravilloso, El Dhamappada, las máximas impecables atribuidas a Gautama Buda. Sencillas. Sin tanto alboroto ni glamour. Aplíquelas a su vida. Y deje la túnica y las estatuitas en una feria americana de Palermo.