La vida es como un Pokemon Go: invertimos tiempo en cazar cosas que no sirven para nada. Vivimos en un mundo paralelo al que llamamos realidad. Y los líderes –o, parafraseando el juego, los dueños del gimnasio- son, de todos nosotros, los más peleles de la manada.

 

La gente nunca tiene tiempo para nada. No tiene tiempo para visitar a los abuelos. Para estudiar algo nuevo. No tiene tiempo para indagar un camino espiritual. No tiene tiempo para plantearse si su vida, tal como la plantea hasta ahora, vale o no vale la pena. No tiene tiempo para reencontrar viejos amigos. Para reunirse en familia. No tiene tiempo para encarar un proyecto serio y sólido afianzado en el futuro. No tiene tiempo en fin para nada útil. Excepto para las idioteces. Para las idioteces tiene toooodooooo el tiempo del mundo. La idiotez, hoy en día, es prioridad number one. Por otro lado, cómo ponerse juiciosos al respecto, si cuando uno está embarcado en una idiotez, el tiempo vuela. Y todo en este mundo se encaja para que uno, después de mucho entrenar, se haga experto en idiotez. Se transforme, por así decirlo, en paladín del idiotismo idiota idiotista.

Lo verá al salir de su casa: hay tanto experto del sector dando vueltas. Tanto as del Pokemon Go en cada orden de la vida.

La idiotez está de moda. Siempre lo estuvo. Pero ahora no hay medias tintas. Los idiotas son verdaderamente idiotas. Una gran horda de idiotas sale a diario del closet, cual nuevo embanderado de la cultura transgénero. Así como el mundo abraza el advenimiento del tercer sexo deberá también abrazar el advenimiento de un tercer humano tipo: el inteligente, el pillo, y el caza Pokemones. Gente de traje y corbata, en posiciones de alta responsabilidad empresarial, que, al primer minuto libre, se pone a buscar Pikachus.

En lugar de hacer un estudio sociológico profundo del estado de desarrollo de la humanidad –algo que llevaría años de encuestas y pilas de papelerío -, un puñado de mentes brillantes concibieron un método más efectivo: sacar a los idiotas a la calle y dirigirlos hacia Poke paradas para identificarlos debidamente, y luego enfocar en ellos productos y servicios inservibles que todo idiota adquirirá a alto precio y con el mayor de los gustos.

El estudio sociológico arrojó resultados maravillosos: aún las idioteces tienen clientela para rato.