Un mes atrás o un poco más también, entrevisté a Juanse para un portal cultural. Hablamos de su pasado rockero. Y de su llamativo presente cristiano. Él insiste en que el nombramiento del Papa Francisco fue el hecho más importante de la historia argentina. Y que sus tiempos de rockero sin fe, fueron, a la larga, insoportables.

Es cierto: Juanse cristiano no pega demasiado. Alguien que supo ser el Mick Jagger argentino, ahora que hable de Jesús, puede resultar un salto cuántico para la estrecha psiquis argentina y sobre todo para los medios, acostumbrados a etiquetarlo todo.

Pero así es la vida, la gente cambia. Y Juanse, mal que le pese a sus fans más ortodoxos, va a misa y hasta visitó al Papa –incluso puso en su contestador el anuncio cuando lo nombraron-. Se ocupa de los hermanos de su parroquia y reza todo lo que puede.

Al fin de cuentas, de eso es lo que trata el rock, ¿no es cierto? Romper estructuras. Hacerle un corte de manga a los moldes y el estereotipo. Por otra parte, día a día, funcional a las empresas de cervezas que organizan festival de birrita y rock and roll, el rock se vuelve cada vez más chato, más previsible, más plomo. Excepto por Juanse, claro.

Es por eso que, la fe de Juanse es tan valiosa. Y es más rockera que los que visten cuero y cantan sobre el reviente y el barrio de noche –de día es demasiado aburrido, demasiado cristiano para ellos-. Juanse acaba de editar su versión de La Biblia, de Vox Dei –ese lujo permitido del rock-, y yo lo banco.

Cada dos por tres, ahora contactados por Whats Up, me llegan sus cadenas de oración para que pase. O pedidos de milagros de la Virgen de Lourdes. O saludos de buenos augurios de fin de año. O videítos del Papa. O mensajes de pediatras con las cantidades preocupantes de benceno que tienen los autos expuestos al sol y que uno respira como pavo.

A pocos les gusta este Juanse. A mí sí. Los rockeros que lo critican, que se curtan. Esperemos que cuando le den la razón, no sea demasiado tarde.