Lo habrá notado cada vez que sale por un café o por una comida: hay cada vez más mozos y mozas centroamericanas. Gracias a Dios, porque son más serviciales, tienen más sentido común y dan la impresión de que el trabajo no les pesa. Lo hacen por un espíritu de servicio que, uno juzga desde acá, llevan metido en su Adn.

Si contratás a un empleado argentino, me han dicho varios dueños, primero quiere ser el jefe, luego quiere ser el dueño, y cuando se da cuenta que no puede ni uno ni lo otro, se da por despedido y te hace juicio laboral.

Y lo que es aún peor: todo este ciclo que, a simple vista, podría durar una vida, se extiende a lo largo de tres meses máximo.

Ahora bien, la pregunta del millón es: ¿esto sucede porque los porteños somos soberbios, individualistas, poco proclives a levantar ni un plato, y tomamos una orden cualquiera, incluso, un pedido de milanesa a caballo, como un abuso de autoridad? A juzgar por los datos, esta respuesta sería la más fácil pero no la conclusión correcta. Porque, vamos, años atrás cuando se dio el éxodo de jóvenes a España, ¿no era común observar camareros porteños? Y, por otra parte, ¿no eran mejores y más atentos que los propios españoles citadinos?

Entonces, ¿cuál es el problema?

Yo le diré, si me permite, cuál es el problema. Todo tiene que ver con la actitud del visitante. Recuerde cómo se comporta en casa ajena, cuando lo invitan a cenar. Lo preocupado que está porque los platos sean limpiados y la mesa se levante sin que los anfitriones trabajen por demás. Ahora, preste atención al peso existencial que le reporta levantar su propia mesa y lavar los platos de su familia, y lo mucho que se queja, si tiene ante quién, de cómo dejará todo ese trabajo lo más pronto posible, con amenazas de venganza. Eso le dará una pista sobre por qué hay una avanzada tan significativa de mozos extranjeros. Y con resultados tan sobresalientes.

No es que los porteños seamos culo pesado. Y que nos miremos sólo nuestro propio ombligo –bueno,algunos sí-. No es que querramos demandar al primer patrón que nos contrata sintiendo que estamos para más. Si eso nos sucede, es por una extraña suma de factores que nos hacen sentirnos como en casa. Y comportarnos como en casa. Nos sentimos dueños y con derechos. No queremos atender a nadie. Y queremos, sobre todo, que nos atiendan. Y si querés un cortado, andá a prepárartela vos.