De todas las ternas del Nobel –seis en total-, la que más dolor de cabezas le debe traer a la academia de sabiondos que los entrega, es, sin dudas, el galardón de la Paz. Porque un Nobel de Literatura podrá, después de una carrera exquisita e innegable, pifiarla con algún libro malísimo. O tal vez un Nobel de Física no logre embocarla con un descubrimiento feliz tras recibir diploma, medalla y los, en algunos casos, 874 mil euros que significan el Nobel. No hay mayor peligro en eso. E incluso, si a alguno de ellos les sobreviene la muerte, es comprensible. Puede suceder. Más allá de que algunos puedan señalar que ese Nobel en cuestión ha llegado un poquitín sobre la hora. Pero somos humanos, por más academia Sueca que sea.

Ahora bien, que el Nobel de la Paz llegue a alguien que, tiempo más tarde, se dedique a poner bombas here, there and everywhere, o a exterminar a una minoría de su población, es ya, indiscutiblemente, haber meado fuera del tarro.

Que Aung San Suu Kyi, líder política en Myanmar –no puede ser presidenta porque estuvo casada con un extranjero-, voz hasta ahora de los oprimidos, y Nobel de la Paz, haya dado vía libre para que las tropas arrasen con poblaciones enteras, es, como mínimo, contradictorio. En Myanmar, como ya habrá leído, el 90% son budistas y los militares han emprendido una limpieza étnica de la minoría musulmana en el país –los rohingyas- que, desgraciadamente, viene siendo un éxito. En dos meses casi 400 mil rohingyas huyeron de Myanmar. La mitad, dicen, son niños huérfanos de padres masacrados. Familias enteras fueron quemadas en sus casas. Pueblos completos arrasados como quien pasa el arado. Y a todo esto, Suu Kyi, diplomada en Oxford, y con dominio de cuatro idiomas, no dice palabra. De hecho, acaba de negarse a asistir a la ONU donde, debería, al menos, dar alguna explicación.

Medio mundo se pregunta, ¿quién coño elige los galardones a la Paz? Y, más alarmante aún: ¿cómo puede alguien que, tras pasar 15 años de arresto domiciliario por oponerse a la dictadura, tras defender la causa de pobres y desamparados durante décadas, puede aprobar la matanza de miles de birmanos, como si se tratara de un pequeño recorte presupuestario?

Para ser francos, no deberíamos levantar en peso sólo a los que deciden el Nobel de la Paz. Pues, a Suu Kyi también le dieron el premio Sahkarov, el Simón Bolivar, el Shaheed Benazir, la medalla Wallenberg, la medalla de oro del Congreso de Estados Unidos, Canadá la hizo ciudadana de honor y U2 le dedicó una canción. El error, por lo visto, es compartido.

Siempre me pregunté por qué de las seis ternas del Nobel, los suecos habían derivado el galardón de la Paz para que lo entregue, en su lugar, el Comité Noruego del Nobel. Ahora, ya no me lo pregunto más.