Típica historia: princesa que cobra 500 euros a las marcas por cada foto subida, y que desde afuera, parece llevar vida de cuento de hadas, y por dentro parece una de Stephen King. Pero bueno, el relato de Celia Fuentes no es novedad. Ya medio siglo atrás, Marilyn Monroe sufrió los mismos tormentos por creer en el sueño de Barbie y Kent, for ever in love.

Lo más asombroso del apogeo y caída de la modelo Fuentes, es su rol como influencer.

¿No cree que hay algo mal en este mundo donde 257 mil personas, la mayoría mujeres jóvenes, siguen, cual santita pop, a la chica Celia, quien, en privado, tomaba pastillas para dormir, no probaba bocado de ninguno de esos manjares que decía comerse, y subía fotos que a veces le llevaban hasta 14 horas de producción? Antes los influyentes, eran filósofos, artistas, escritores, maestros espirituales, gente que iba a la vanguardia. Honesta, aguerrida, auténtica. Ahora, son chicas de foto, como Fuentes, quien, según dicen, ya había intentado ahorcarse en varias oportunidades y que, horas antes de morir, subió una foto en lencería contando lo bueno que es darse tiempo para una siesta.

En el mundo Barbie, no hay lugar para los sentimientos. Dos semanas, antes de quitarse la vida, Celia subió un video sincero, duro y honesto donde se la veía llorando su verdad. A las pocas horas, lo borró. El show siempre debe continuar.