No hubo en este mundo un poeta que se dedicara mejor al periodismo que él. O, para decirlo de otro modo, no hubo un periodista que fuera tan buen poeta como él. Henri Michaux, belga, autor y pintor, experimentó con drogas y elaboró poemas loquísimos y visionarios, a la manera de William Blake. Pero el punto caramelo de su obra –voy a ahorrarte datos biográficos aquí que podés encontrarlos al a vuelta de la esquina en Wikipedia-, son sus libros de viaje. El periodismo debería hacerle un monumento a este groso de los grosos, titán de titanes, paladín de las letras que conjugó por primera vez el ojo de la poesía y lo puso al servicio de la crónica viajera.

No hubo nadie como él. Y nadie le llega ni a los talones. Se negaban a que le hicieran entrevistas. Y menos dejaba que le sacaran fotos –las pocas que circulan calvo, mirada de águila, se hicieron muy a su pesar-. Sus críticos decían que iba de la ironía al sarcasmo.

Henri, nuestro amado Henri era un niño prodigio. Y su primer libro de viajes “Ecuador”, sus viajes por Centro América, un exquisito prólogo a lo que vendría más tarde, lo escribió a los 20. Un capo. Pero sin dudas, la creme de la creme, la frutilla de su obra, un ilbro que me canso de recomendar tanto a escritores como –y sobre todo- a periodistas, es “Un bárbaro en Asia”. Qué libro, mi amigo. Es el summun del libro de viajes. Henri viajando por India, China, Japón y Malasia. Una mirada insolente, poética y fresca del corazón humano en el lejano oriente. Borges, lo leyó en su idioma original, y quedó tan maravillado que pidió hacer su propia traducción al español. Que es la que hoy se consigue en librerías, editado por Tusquets. Allí sus observaciones son magistrales: “Los indios se han aliado con la vaca pero la vaca no se da por aludida. La vaca y el ono, los dos animales sagrados más insolentes. Hay vacas en Calcuta por todos lados. Cruzan las calles, se atraviesann una vereda y la hacen intrsanistable, defecan ante el autómovil del Virrey”. Que bueno que era Henri. Y qué difícil empardarlo. Mire esta impresión sobre China: “El pueblo chino es artesano nato. Todo lo que se puede encontrar carpinteando, ya lo han descubierto los chinos…. La escritura china parece un idioma de empresarios, un conjunto de signos de taller. El chino es artesano y artesano hábil. Tiene dedos de violinista. Sin ser hábil no se puede ser chino: imposible”.

“Un bárbaro en Asia” fue el cierre de sus libros de viaje, y luego Henri entraría a sus viajes más alucinógenos, interiores y alocados. Una etapa que merece libros y libros de interpretaciones.

Lo queremos a Michaux. Y lo recomendamos cada vez que podemos. Cada vez que nos dan oportunidad. Cada vez que alguien nos pide qué libro o qué autor recomendar. Alguien que nos haga creer de nuevo en la escritura como la verdadera intérprete del alma. Y siempre lo citamos a Michaux. Como ahora.