¿Cómo será que el recuerdo del martirio de Jesús terminó, como ahora, en frenesí turístico, en disparada del trabajo, y en escalada de venta de huevos de chocolate? ¿Cómo es que la semana más santa para los cristianos, acabó en sucesión de días para olvidarlo todo?

Los feriados son una bendición para el ocio. Y una maldición para el recuerdo. Eso, sumado a los enroques de almanaque para estirar fines de semana, los feriados puente y la mar en coche, es que ya nadie sabe en ocasión de qué catzo las escuelas cierran y el país se detiene. “Me parece que es algo de San Martín o de Malvinas”. “Es la semana santa que se junta con otro día, no me acuerdo cuál”. “Es un tema con la dictadura o el día de la bandera”. “Es Pascuas con el día de no se qué, que justo cae este año todo pegado”. No importa a quién le pregunte, pocos son los que argentinos que recuerdan la razón histórica encriptada en el almanaque. Y es que ya ni siquiera los diarios hacen mención de ello. Parece que las fechas más importantes del año, no merecen ni una línea de diario, ni un minuto de noticiero ni un comentario al pasar en la radio.

La amalgama de feriados es, para la memoria, resbaladiza. Hasta las maestras deben buscar en la memoria y clavar las fechas importantes con alfileres, para no pisar el palito y hacer papelón en los actos. No es culpa de los chicos. No es culpa de Belgrano y San Martín por haber batallado, liberado la patria y creado banderas, tantas ocasiones, por así decirlo, para el feriado. No es responsabilidad del pobre Jesús y su pesar en la cruz. Ni tampoco del conejo de Pascuas. Es nuestra bendita manía de asociar homenajes patrios y santos, con el descanso y el dolce far niente. Ese es el verdadero culpable. No sabemos qué mejor forma de recordar y subrayar con resaltador la importancia de una fecha que tomándonos un descanso. Porque la memoria no se la ejercita rascándose el ombligo. Se la ejercita honrándola.