Qué cura Bochero, ni cura Bochero. Palito Ortega, querido. Ese sí que es un santo. Lo que sucede es que, como todo ser aún vivo, no se lo aprecia lo suficiente.
Observe la formidable, unida y talentosa familia de Palito: allí tiene desde hijos cineastas –Luis brilla ahora con el estreno de “El Angel”-, a actrices consagradas, productores number one de tevé y músicos que, en su momento, hicieron temblar a Enrique Iglesias. Todos queribles. Todos unidos, triunfaremos.
Palito es monumento vivo a la paz, la unidad del planeta y la felicidad. Un self made man tucumano nacido en Lules, pueblo sin luz, ni cloacas, a la vera de un ingenio azucarero. Sus temas suenan inoxidables, indeclinables, entusiastas. Y su trabajo en pos de asistir a adictos con quinta en Luján tiene allí a su mejor resultado a la vista de todos: Charly García. Si le hubiesen dejado a Pity Álvarez tiempo atrás, Palito lo sacaba como nuevo, y con doctorado bajo el brazo.
Antes de hacerse exitoso, Palito tocó en circos, en cabarets, limpió sepulturas, y por poco –si no hubiese declinado la invitación su padre-, unos sacerdotes que llegaron de visita a su pueblo lo querían meter en la carrera de cura. Pero no lo necesitaba. Palito es Palito. The King. El number one. Y, una vez que se apague el fervor mediático y televisivo por Sandro o Luismi, recuperará su podio en el inconsciente colectivo latino.
Palito es feliz abuelo, y sigue casado con Evangelina Salazar, a quien conoció en una película de Enrique Carreras de 1965 –y renovaron votos para el aniversario 50 de boda-. Trajo, él solo, a Frank Sinatra a la Argentina –y le quedó una deuda de dos millones de dólares que pagó completa-. Sostuvo productora propia en Miami hasta que decidió dejar todo y candidatearse en su provincia. Palito tuvo paso ingrato por la política donde fue gobernador de su Tucumán querido, constituyente, senador y candidato frustrado con Duhalde en 1999.
Palito es amigo de todos y de todas. Y todos y todas son amigos de Palito. No guarda rencores. Ni siquiera con su madre que dejó la casa cuando él tenía 12 y partió a la capital. Regresó con show revival en el 2010 y sacó disco también revival en el 2017: Rock and Roll. Un hombre que se homenajea a sí mismo es un hombre que cincela su propio monumento para la posteridad.
Palito cree en el destino. Y descree de azares, accidentes y eventos fortuitos. Palito es san Palito. Y es cuestión de tiempo, milagros de por medio, para que el Papa lo canonice. Y tengamos al fin, su merecida serie en Netflix. Luismi, agarrate.