Las noticias de las últimas semanas se cargan de entusiasmo con lo bien, fértil y, por lo visto con mucha vida por delante, que se lo ve a Charly García. Tiene nuevos shows en puerta, no se sabe bien dónde. Sus últimas presentaciones, según dicen, fueron impecables, redondas, atinadas. Este Charly que volvió de la muerte, es puntual, agradecido, detallista. Lanzó nuevo disco. Le dieron premios. Le palmearon la espalda. Sin embargo, sus temas no suenan en las radios. La gente no habla de él. Y, en líneas generales, corre la suerte de los ídolos que no han sabido morir a tiempo.

En contrapartida, muertos recientes del rock como Luis Alberto Spinetta, Pappo y Gustavo Cerati, gozan hoy de su pico de gloria y popularidad. Las radios revisitan sus éxitos. Los músicos reversionan sus canciones. Sus nombres aspiran ahora en fila para convertirse en calles, plazoleta, salón público. Se empapan de la pátina inmaculada que da la muerte. Y hasta si uno tiene suerte, el Cirque de Soleil le pone música a un show con tus hitazos.

Sus vidas, ahora con el desenlace ya cerrado, están disponibles para inspirar largometrajes tributo con el Chino Darín. Nos llevamos bien con los muertos. Para los biógrafos, los muertos aportan facilidad a su trabajo. Para las compañías discográficas, los muertos son un plus de ventas.

En cambio, el vivo siempre complica las cosas. Tiene giros inesperados. Y cuando la película ya parecía cerrada, con un final a todo vapor con sexo, drogas y rock and roll –y el Chino Darín representando alguna de esas tres-, resulta que el protagonista se recupera, se limpia, y ve que al final del túnel, hay luz. Y la historia se enmaraña. Y Pedro Almodóvar, deja de interesarse en el proyecto y declina de poner un peso.

Para el director, el biógrafo o el músico tributero, no hay nada peor que tener al motivo de sus homenajes vivito y coleando, o, para decirlo en términos más precisos, vivito y jodiendo. La sensación de que, no importa lo que uno haga, la versión jamás va a ser tan fiel como la del propio protagonista. Podrán lidiar con quejas de la mamá, el papá, su ex novia/o, pero no con el mismísimo personaje principal.

Sin ir más lejos, se supo de la demanda que plantó el homicida más célebre de nuestra historia Robledo Puch, a Luis Ortega por “El angel”, la peli basada en su vida –él quería, dijo, que fuera protagonizada por Di Caprio y dirigida por Scorsese-. Imagino que, más prudente, si un director o biógrafo quiere narrar a Charly deberá ser paciente y esperar con la determinación de cuervo, a que, Dios no lo permita, García estire la pata. Eso fue lo que le sucedió a Truman Capote cuando escribió “A sangre fría” y debió aguardar a que los asesinos de su historia fueran finalmente ejecutados para culminar su libro.

Mientras tanto, sigamos disfrutando de este Charly eterno, que saca discos, acumula premios, y suma cada día más productores interesados en apurar la obra, hacer los minutos de silencio de rigor, y llamar de una buena vez al Chino Darín.