Cada vez que uno decide partir con destino vacaciones, siempre una vez que llega se frustra un poco. Inclinado a elegir el lugar por el avistaje de fotos en la red, descubre que, cuando pone un pie en el lugar, el sitio es el mismo, pero también es otro. No es, por así decirlo, el paraíso de las fotos.

Es que –y esto es lo más importante y, a la vez, lo más alarmante- las cosas nunca son como en las fotos. La belleza suele entrar por los ojos y con eso a nosotros, nos basta. Pero a la hora de elegir nuestro próximo destino, deberíamos tomar algunos reparos. Al menos estos tres:

  1. Las fotos nunca incluyen el calor soporífero, la humedad aplastante y la térmica que salta de un modo tal que hace ver ese mismo paisaje como el mismísimo infierno.
  2. Una foto jamás da cuenta de las bacterias, los virus locales y todo aquel microbio que puede hacer que tus vacaciones terminen en el mismísimo retrete.
  3. Las fotos suelen eludir un factor importante. Si lo incluyeran, deslucirían la foto. Y el paisaje dejaría de ser paraíso y pasaría a ser mero destino mundano. Y esto es: las fotos de paisajes vacacioneras jamás incluyen gente.

Y la gente es un elemento más peligroso que el calor y los virus. La gente todo lo pisa. Todo lo pisha. Todo lo tiñe de un tinte populachero y ruidoso. Espanta las cacatúas. Rompe la paz matinal. Se excede en confianza con la tímida gente local. Y rompe bien rotos los caracolitos en la playa.

La gente es insufrible es por esto que, desde este humilde espacio, le recomendamos: en lugar de alquilar una cabaña en costa brasilera, con altas chances de atiborrarse de argentinos desbordantes de caipiroska, mejor, si las condiciones están dadas para garantizar su soledad y paz, alquílese un tres ambientes en Aldo Bonzi. Chequee que para la quincena en cuestión no quede nadie a la redonda. Y ése será, créame, su paraíso en la tierra.