Ya todo el mundo sabe que el tiempo es oro. Y sabe también lo carísimo que está hasta una minúscula pepita de oro del tamaño de una lágrima. Entonces, deberíamos cuidar nuestro tiempo de cualquier intromisión innecesaria. Nos referimos a una costumbre creciente que, dada esta situación, deberíamos erradicar de inmediato. Y queremos hablar aquí en este espacio prestigioso de un tema de vital importancia, un eslabón que todo el mundo descuida y luego se lamenta diciendo: ¡Qué rápido que pasó el día! ¡No tengo tiempo para nada! Qué rápido pasó el año. Qué rápido pasó la vida. Y así. Y todo por culpa del WhatsApp o más precisamente de los audios indiscriminados de Wapp.
Dado que los audios no llevan títulos, uno debe fumarse el audio sin protestar. Y al final, se siente como si le han robado un poco de su tiempo. El mensaje de texto permite que, si a uno no le interesa, se lo saltee. Pero el audio, en cambio, necesita que uno lo soporte con entereza de punta a punta, sin chistar y sin distraerse. Vaya uno a saber: tal vez lo importante está sobre el final del mensaje al minuto 5.
Estamos convencidos de que todo asunto puede comunicarse en un audio de no más de minuto y medio. Todo aquello que exceda será considerado falta de respeto. Tomadura de pelo. Y calificado como robo de tiempo, ese valor que, ya lo dijimos de entrada, equivale a oro.
Cada vez que llega un mensaje de audios de más de tres minutos, siempre empieza con una voz titubeante, merodeadora, degustando el placer de que hablará y será escuchado sin interrupciones. Y en especial, sin preguntas. La gente hoy en día, ya no conversa, ahora se manda audios. Y la charla se parece cada vez más a debate político: primero uno expone. Luego el otro expone. Entonces, vuelve a exponer el primero. Y así. Réplica. Interrupción. Repregunta. No existen más.
Queremos recuperar nuestro tiempo. Queremos volver a tener tiempo libre. Ya bastantes tonterías nos insumen un tiempo precioso. No sumemos más leña al fuego.