Las llaman superpotencias del espacio. Y hasta semanas atrás, sólo cuatro naciones habían logrado entrar en ese extraño podio con aires futuristas: China, Rusia y Estados Unidos. Ahora, acaba de posicionarse India, quien lanzó un misil y voló, cual pajarito en el cielo, un satélite que orbitaba a 300 km de la faz de la tierra. Parece toda una novedad. Pero ya Rusia y Estados Unidos habían volteado satélites con misiles en 1985. Y China hizo lo propio en el 2007. Ahora, de hecho, vislumbran cómo bajarlos, en lugar de con misiles, con rayos láser para evitar que los restos del misil provoquen desastres.

La carrera espacial ya no es motivo de películas de George Lucas. Es parte de la agenda de las superpotencias. Cada vez más satélites en el espacio –China envió sólo en el 2018, 37 misiones-. Cada vez más presupuesto en defensa para campañas de exploración y defensa militar órbita afuera. La última y más rimbombante fue el anuncio de Trump de la flamante Fuerza Espacial. Llamó a su nación a “gobernar el espacio”.

En su tren desesperado por salirse de la tierra –al parecer este planeta ya no tienta a nadie-, las naciones aspiran a posicionarse en la Luna sólo con el fin de usarla de plataforma para su conquista final de Marte, quizás, el hogar dulce hogar de nuestros tatara tataranietos.

Existe un tratado internacional que impide a las naciones de plantar banderas y adjudicarse planetas o esferas celestes como propias. Se firmó –todos unos visionarios- en 1967.

El futuro ya está aquí. Y al parecer, por lo que indica la tendencia, ese futuro no está más en este planeta. Que Dios nos ayude. Y sobre todo, que la fuerza esté con nosotros.