Fue parte de una ola de protesta en reclamo a mayores medidas de seguridad para los ciclistas. Se dio una en Madrid, otra en el DF. Ya se había hecho una de similares características, 15 años atrás pero en Londres: se la llamó el World Naked Bike Ride, en reclamo por los desastres ecológicos. Y se dio, en el 2018 otra en San Pablo.

Todas ellas englobadas bajo el mismo formato: pedalear sin ropas. La desnudez, juraban, no era decisión arbitraria, era forma de reflejar su indefensión interna: “desnudos” se llamaban ante el atropello de los automóviles que disfrutan de arrollar ciclistas como si fuera video game.

Ahora bien, no dudamos de la seriedad del reclamo, pero nos hacemos una pregunta de rigor: ¿es necesario desfilar con todo el asunto al aire? ¿Podrán los ciclistas, gente noble y por lo que vemos bien dotada, encontrar modos más originales y menos porno de protesta? ¿Cómo le explica un padre a su niñito y su niñita que esa horda de pitos y flautas que desfila por ahí a la carrera es, en verdad, un gesto humanitario y un llamado de conciencia social? ¿Cómo descomprimir el shock psicológico de tanto bulto y tanta bulta bigotudo y bigotuda andando libremente por las calles de las grandes ciudades? ¿Cómo se repara el daño hecho en la retina inocente y angelical de estas criaturitas de Dios? Nadie lo sabe. Nadie lo dice. Nadie lo debate.

En Madrid, la protesta bicicletera ya tiene ritmo anual –se hace, por obvias razones, casi entrado el verano-, y este año, ni lerdos ni perezosos, se sumaron al grupete de desbolados bikers el movimiento así llamado naturista. Esta gente ya no reclama por el atropello de tanto automovilista inescrupuloso, ellos reclaman poder salir a la calle como Adanes y como Evas en el paraíso, es decir, en bolas. Juzgan que la desnudez es un derecho. Y si no te gusta, mirá para otro lado.

Por eso, desde humilde espacio, reclamamos al automovilista y automovilisto, no sean cretinos y desalmados, respeten al pobre biciman y biciwoman en su lento andar callejero. Déjeles un espacio, evite la encerrona desalmada, el roce perverso, el bocinazo traicionero. Y si no lo hace por usted, hágalo por sus hijos para que no vean a esos mismos biciman y biciwoman con todo al aire, a la que te criaste, y haga preguntas incisivas sobre pitos y flautas que pueden derivar en respuestas incómodas que tarde o temprano lamentará.