Desde hace tiempo, lo cool se ha ido llenando cada vez más de chapa y barro, de avería y cartón. En la tele, años atrás, ya la serie “Tumberos” marcaba el inicio de una época donde la cultura carcelaria se hacía cada vez más mediática. Pero las cosas han ido creciendo y creciendo, como basural a la intemperie. 

Ahora, con el bombo y platillo de tiras como El Marginal, que va por su tercera temporada, la pasión por el malevaje moderno, el despiste de la pobreza pobrísima y sin rumbo, y el heroísmo del que mata para sobrevivir, se volvieron influencers en un mundo donde se deja influenciar por todo, excepto por lo bueno. “Sos mi ídolo”, le dijo la Su al actor que encarna a Diosito, en la tira. Y acto seguido, le pidió que le enseñe a hablar como él. 

Hoy en día, el cóctel de lo margineta fashion incluye titulares en los diarios con motochorros vips, hijos de reconocidas actrices que cruzan el filo de la ley, y asesinos legendarios como Robledo Puch se vuelven personajes pop en cine. Todo, desde los robos en Bernal hasta la grilla de ficción en la tele abierta, parecen orquestadas por Quentin Tarantino. 

Ya la cumbia y la bailanta, dejaron de ser género y formato de los desclasados, y pasaron a formar parte del playlist de ricos y famosos. El establishment mira con deleite la tocata y fuga de aquellos que no tienen nada que perder. No ayudará a que vivan mejor, ni dará monedita al tirado en la esquina, pero semana a semana levanta picos de rating para que la cultura de lo averiado siga siendo sinónimo de un fenómeno perversamente cool.