Fíjese lo que sucede con el boom mundial de la miniserie “Poco ortodoxa” que da cuenta de cómo una judía se infla de los ritos familiares de judíos ortodoxos en Brooklyn y decide tomarse el palo. La historia está, se supone, basada en un caso real. Y expone un modelo de vida basado en una religión rígida y poco cómoda, ancestral pero anticuada que, para la protagonista se hace irrespirable.
Podría ser una historia como cualquier otra, sin embargo, viniendo de Netflix uno entra a sospechar. Pues cada vez que hay un gurú en serio, o un camino alternativo a la vida moderna, o una religión un productor buscará, como se dice, el pelo al huevo, y abordará un proyecto televisivo donde las sombras siempre pero siempre le ganan a la luz. No soy experto en judaísmo ortodoxo, pero contar la excepción a la regla, nunca es contar toda la verdad. Imagino que el 99% de los judíos ortodoxos están agradecidos de su camino. Pero contar la vida de ellos, a nadie le importa.
Pasó tiempo atrás con Osho, el maestro indio que con su lengua filosa, incomodó al mundo entero. Y esto no es en sentido figurado: llegó un momento donde era tan provocador que no lo dejaban entrar a ningún país –hasta lo echaron de Uruguay y de Holanda-. Sin embargo, el único episodio polémico que lo involucraba personalmente fueron unos atentados con salmonella en Estados Unidos, demostrados que digitó su secretaria. Osho no tuvo hijos no reconocidos. Ni denuncias de abusos. No tuvo ex parejas que lo acusaran de rufián y perverso. Tenía sus cuentas al día. No era amigo de políticos. Y no recibía dinero narco. Pero, claro, con ese episodio y su aventura frustrada de desembarcar su comuna y su gente en un pueblito rural de Estados Unidos, Netflix hizo –otra- miniserie: la popular “Wild wild country”. Donde Osho queda como un loco caído del catre. Vamos, aflojemos con los disparos.
Es llamativo pues si hay gente que queda bien parada, es cool, canchera e inspiradora en las series y documentales de Netflix, son los asesinos en serie, los estafadores, los mafiosos. Esos sí que son lo más. Y sus seguidores, hoy en día, son una multitud.