Haga la prueba. Ponga en youtube algún clásico memorable. Digamos “Sargent Pepper” de los Beatles. O una selección de sinfonías de Beethoven. No importa el clásico inoxidable que usted elija, siempre verá, pequeñito debajo la pantalla, un caudal, más o menos considerable, de gente que dice: “no me gusta”. Sin ir más lejos, un disco que selecciona lo mejor de Mozart tiene ahora mismo, en Youtube  64 mil personas que lo desaprueban. 

Uno se pregunta: ¿Quién esta gente? Y, sobre todo, ¿qué pretende de la vida? 

Es sorprendente cómo las huestes del “no me gusta” son más aguerridas que aquellos que adhieren y se entusiasman. Siempre el rechazo fue rebelde, cool, piola. No importa qué. Lo importante es patear culos, sacudir tableros, acercar nafta y fósforo y ver prenderlo todo, cual coreo chispeante del acabose.

El 99% de las cosas de este mundo no nos gustan. Y del 1% restante tenemos ciertos reparos. Nos gusta Messi, pero en el mundial se rascó el ombligo. Maradona, un capo, pero un quilombero. El Papa Francisco un sabio, pero también un rosquero político. Y así. Siempre una gotita de café ensombreciendo el tazón de leche.

El no me gusta está a la vuelta de la esquina, anida en nuestro corazón que muestra los dientes, y va, 24 horas, con los tapones de punta. 

La aprobación, en cambio, es blandita, tierna, maleable y siempre corre el riesgo de quedar adherida a una tontería. O a un personaje que, luego se comprobó –y suele suceder ojo- era un cretino.  

Aprobar es, en ese sentido, comulgar. Y al que comulga, tarde o temprano, el rebaño lo puede arrastrar por la cornisa. Al que no le gusta nada, en cambio, está solo, va a sus anchar, arma su propio destino. Ningún bondi le queda bien, entonces camina y camina. Camisa abierta y pelo en pecho. Y si se cruza a Mozart, le vuela la peluca. Para gente así, este mundo tiene sabor a poco. Esperemos que partan rápido y sean los primeros en colonizar marte. Aunque, lo más probable es que, una vez asentados allá, descubran que este mundo mal cosido, agridulce, lleno de genialidades y tropiezos, no estaba tan mal.