Hace justo dos semanas se estrenó en los cines la película "Un crimen argentino" del director Lucas Combina, que está basada en una novela del periodista Reynaldo Sietecase, sobre un hecho criminal ocurrido durante la dictadura. La película es muy recomendable por muchos motivos. En primer lugar porque es un thriller muy bien contado, entretenido y dinámico, que nos traslada al Rosario de los inicios de los 80 con una perfecta ambientación de época.

A su vez la producción tiene un elenco estelar y muy buenas actuaciones. Todo el conjunto logra convencer y delinear un clima exacto para avanzar con la historia. Y hay tres actuaciones que se destacan en mayor medida. La de Matías Mayer como el empleado judicial comprometido, la de Luis Luque como el juez que no quiere ser corrupto, y por último la de Darío Grandinetti, como el sospechoso cínico y enigmático.

Pero más allá de los factores señalados que hacen a la película un buen producto cinematográfico para disfrutar y consumir, "Un crimen argentino" posee otros elementos de interés que invitan a pensar. Y es así porque pone el foco en las personas comunes que son responsables de la administración de justicia desde los tribunales.

En los juzgados

En lo personal a mí la película me llevó a revisitar temas sobre los que reflexionaba cuando era un estudiante de derecho en la Universidad de Buenos Aires durante la década del 90. ¿Quién administra realmente la justicia? ¿Quiénes son los protagonistas de ese hecho determinante de la democracia?

Porque la Justicia no la hacen solo los jueces, que tienen una enorme responsabilidad pero que son solo una parte del proceso. La hacen también los abogados con sus reclamos y con su insistencia y la hacen los empleados judiciales, que tienen a su cargo el manejo de la maquinaria judicial para lograr que se cumpla la ley y que se haga justicia.

Justamente es el caso que refleja la película. Dos empleados judiciales, comprometidos con la importancia de su tarea, y arriesgados en el contexto de la investigación de un secuestro. En la historia los personajes trabajan de manera incansable para llegar a la verdad de los hechos, pero al mismo tiempo en la defensa de la ley y en la protección de los imputados, ya que eran tiempos violentos donde las garantías no existían.   

Las acciones de ambos personajes me llevaron a recordar el caso de un compañero de la universidad que trabajaba en una fiscalía, y que según me contó un día, desde sus labores de practicante en la dependencia pública, había logrado que se libere a un inocente injustamente detenido. Tal como me relató, una persona
había sido apresada en Constitución por una supuesta tenencia de estupefacientes, sin pruebas en su contra.

"Era un 'perejil' al que le habían 'plantado' droga", me dijo sentado en el banco al lado mío. Él afirmaba que de no mediar su abordaje e investigación, la persona falsamente imputada, un inmigrante sin herramientas para defenderse, hubiese sido procesada y encarcelada. La película refleja de manera muy acertada esa labor de personas comunes, que con su dedicado trabajo pueden marcar la diferencia entre la justicia y la injusticia.

Sobre este punto vale recordar el fragmento de la cinta en la que el personaje de Matías Mayer intenta mediar con el violento policía interpretado por Alberto Ajaka. "Actúe en cumplimiento de lo que marca la ley", le dice enojado el empleado judicial al policía desencajado y sanguinario, sin medir los riesgos que implicaba su actitud y su indicación.

El otro tema que aborda la película de manera precisa es el del rol de los jueces durante la dictadura. ¿Qué papel cumplieron durante esos años tan oscuros de nuestra historia? ¿Fue posible para algunos jueces actuar de manera honesta y según lo que indica la ley y la constitución? ¿O todos fueron cómplices en mayor o menor medida?

Varios profesores que tuve cuando era estudiante de derecho habían sido magistrados durante el transcurso de la dictadura. Recuerdo uno en particular que daba clases muy interesantes. Cada día que me sentaba a escucharlo no podía dejar de pensar en esos años y en su incierto accionar en el marco de ese contexto de violencia e injusticia.

"Un crimen argentino" aborda la cuestión de manera adecuada. Y sobre el punto el juez interpretado por Luis Luque se negaba a ser corrupto, y buscaba de todas las maneras posibles actuar según lo que marca la ley, para administrar justicia de manera correcta.

"Porque cuando éstos se vayan, yo quiero dormir tranquilo", le dice en un momento de la trama el personaje a su grupo de trabajo.

Pese a estar presionado, perseguido y amenazado, el magistrado tan bien interpretado por el actor, encuentra la forma de manejar las exigencias de las autoridades militares y dictaminar solo según las evidencias de la investigación de sus empleados de confianza.

En síntesis, una muy buena película para mirar y disfrutar, Pero también para pensar en temas tan relevantes como la historia cercana de nuestro país, y la relevancia de la buena administración de Justicia.

Por Sebastián Di Domenica