El verano europeo que recién termina fue uno de los más calurosos en muchas décadas. Algo parecido ocurrió el verano pasado en este rincón del planeta. Los porteños que cuentan con más años afirmaban que les costaba recordar temporadas con tantos días seguidos de tanto calor. El calentamiento global es innegable. El mundo industrializado debe reducir los gases de efecto invernadero para detener la avanzada del termómetro. Al margen de eso, las ciudades deben prepararse de la mejor manera para enfrentar las temperaturas extremas y las lluvias abundantes o las sequías. ¿Cómo está la Ciudad de Buenos Aires en esa carrera?
Tal como indican los científicos, para la salud del planeta es mejor que la gente viva en las grandes ciudades, a que se instale en los suburbios o en zonas periurbanas. ¿Cómo es eso? En efecto, las personas en zonas de mayor densidad consumen menos energía y logran reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y eso es así porque de esa manera se viaja menos, se comparten muchos recursos y se requieren menos servicios para facilitar las necesidades de muchas personas. Pero claro, para eso hacen falta ciudades más amigables con la nueva situación. Y más racionales con relación al medio ambiente.
¿La ciudad de Buenos Aires está en línea con esas nuevas necesidades? ¿Qué está mal y qué está bien en el marco del gran territorio que es el AMBA?
2050: más población urbana
Según señala las Naciones Unidas, para el 2050 el 70 por ciento de la población mundial vivirá en grandes ciudades (en parte por el crecimiento de las urbes africanas). Pero hasta el momento solo el 50 por ciento vive en los centros urbanos. El otro 50 se distribuye de la siguiente manera: el 10 por ciento vive en el campo y el 40 por ciento restante pernocta en los suburbios urbanos a varias decenas de kilómetros de ciudades.
Y sobre el punto los científicos remarcan: a diferencia de lo que se cree, las personas que viven en los suburbios son las que más desgaste de energía realizan. Porque deben viajar muchos kilómetros para ir a trabajar, a comprar víveres o al médico. Y a su vez consumen mucha energía para climatizar casas unifamiliares o para parquizar espacios verdes que utiliza muy poca gente.
Es el primer aspecto negativo que refleja el AMBA, que se extendió con barrios privados o semi privados hacia los suburbios, antes de extender las ciudades y los servicios necesarios.
El gran modelo que toman los expertos en ciudades es París. La capital francesa es la ciudad más densamente poblada de todo el continente europeo. Sin embargo por su disposición es amigable con el medio ambiente y con sus habitantes. Presenta un entramado muy extendido y la gran mayoría de la gente vive cerca de zonas comerciales o de servicios y con espacios verdes para llegar a pie.
CABA con muchos desafíos
Si se pone el foco en CABA, sin duda hay algunos puntos a favor y muchos otros en contra.
Otra vez si se compara a la ciudad de Buenos Aires con París, la capital francesa tiene un diferencial a favor con relación a Buenos Aires. Porque allí la gran mayoría de los edificios tienen pocos pisos, no más de ocho. Eso permite lograr un mejor equilibrio en el uso de los recursos energéticos y de los espacios verdes circundantes. En Buenos Aires, en cambio, desde hace algún tiempo se han extendido los edificios altos que son más caros de mantener a nivel energético y generan espacios circundantes poco amigables por la sombra que proyectan, y por la concentración de vehículos que ocasionan.
Es decir, una ciudad de edificios más bajos distribuidos de manera equilibrada, es más amigable con el medio ambiente que un centro neurálgico de numerosas torres como exponen las ciudades asiáticas o como en algunas zonas de la Buenos Aires actual.
Por otro lado, en la lucha contra el calentamiento global, es clave el uso inteligente de los medios de transporte y la distribución de los espacios verdes.
En ese punto nuevamente Buenos Aires está muy atrás ante la avanzada del calor. Tiene menos espacios verdes que los necesarios para la cantidad de habitantes. Y en muchos barrios la gente debe tomar un colectivo o utilizar un vehículo para llegar a una plaza o espacio verde adecuado para pasar un tiempo
desconectado del bullicio de la ciudad.
Hay que remarcar que los espacios verdes no solo sirven en el actual contexto para el relax de los porteños, los expertos señalan que las ciudades deben contar con muchas zonas esponjas que logren absorber el agua de las más cuantiosas lluvias producto del cambio climático.
Sobre el punto vale destacar como algo positivo, las calles de Buenos Aires en las que se achicó el pavimento para vehículos para incorporar grandes canteros y zonas de pasto (corredores verdes). La calle Paraguay entre la 9 de Julio y Florida es un buen ejemplo que debería ser replicado en muchas otras vías. Era una calle angosta, poco luminosa de una zona céntrica muy populosa y de mucho tránsito. Con la nueva fisonomía se convirtió en un recorrido verde y más amigable.
Esos espacios que sirven de esponja serán claves para mejorar la calidad de vida de las personas, porque permiten absorber el exceso de agua de las muchas lluvias, son reservas de naturaleza en las sequías y a su vez son los pulmones necesarios en los días de calor.
El transporte es otro capítulo con muchos puntos en contra en CABA. La implementación de las ciclovías fue una buena medida, pero incompleta. Aún es muy pequeño el porcentaje de personas que dejó de viajar en colectivo para pasar a usar la bici como medio de transporte. Y faltan más alternativas eficientes como el subte para llegar a muchos lugares y barrios.
La decisión política de la última gestión de no avanzar con el subte hoy se refleja en un claro atraso en ese sentido.
Amigarse con el río y el humedal
Para finalizar cabe decir que Buenos Aires está construida sobre un humedal. Por lo tanto, debería aprovechar la cercanía a las aguas y valorar el inmenso Río de la Plata.
Entonces otro de los factores a tener en cuenta para mejorar a Buenos Aires de cara al calentamiento global, es amigarse con el río y con los cursos de agua (arroyos) que la circundan (la costanera debe ser pública, accesible y con medios de transporte para llegar).
¿Es una opción destapar algunos de los arroyos y darle un rol protagónico junto a posibles nuevas lagunas en la ampliación de espacios verdes (y como espacios de recolección ante las lluvias copisas o la sudestada)? Alternativas de este tipo ya se realizan en muchas ciudades europeas y asiáticas.
En síntesis, Buenos Aires, sus ciudadanos y sus autoridades deben despabilarse. La ciudad tiene urgencias en temas como salud, educación o acceso a la vivienda. Pero también hay mucho por hacer y cambiar para enfrentar el calentamiento global. Para que las calles no se conviertan en asfixiantes laberintos de cemento. Y para que los porteños podamos afrontar los calores por venir, y por supuesto, vivir un poco mejor.