La ciudad de Buenos Aires guarda historias y misterios en sus viejos edificios. Son la memoria de las calles y el reflejo de las generaciones pasadas. Algunos barrios de manera progresiva, golpeados por la picota de las constructoras, han perdido valiosas paredes que eran testimonio de los tiempos anteriores. Sin embargo en otras zonas aún las fachadas y las edificaciones nos permiten viajar hacia atrás. Y así admirar las proyecciones de una época: carteles que se mantienen en las molduras, rejas, escaleras, trabajadas puertas o frentes señoriales permiten descubrir la valiosa arquitectura antigua de nuestra ciudad, que a su vez guarda la historia de las personas que las idearon o las vivieron.

Una arteria que permite viajar en el tiempo es la Avenida de Mayo. Caminarla y mirar hacia arriba significa admirar la misma postal de la Buenos Aires de hace un  siglo.

Por esa avenida, muy cerca del Palacio Barolo, existe un edificio que siempre quise conocer. Porque tiene una arquitectura magnífica y porque fue la casa de un  diario que es leyenda, y que marcó el inicio del periodismo masivo y popular como lo conocemos hoy: el Diario Crítica.

Hace algunos años pasaba por ese frente casi todos los días, ya que trabajaba a unas pocas cuadras de allí. Desde la vereda observaba esa majestuosa obra del  art decó de siete pisos, y pensaba en cómo sería en los años de vértigo, cuando albergaba a las personas que le daban vida al popular vespertino. Entre ellos, su  famoso y excéntrico dueño y director, el uruguayo Natalio Botana.

Ocupado desde hace décadas por una dependencia policial no abierta al público, siempre me fue imposible pasar a su interior para descubrir sus pasillos, sus  vistas, sus detalles, y los rincones que aún mantengan algo de aquel mítico diario.

Casi de casualidad finalmente pude entrar al ex edificio del Diario Crítica hace algunas semanas. Fue en la Noche de los Museos, el evento anual que se hace en la ciudad. En realidad ni sabía que abriría las puertas a los visitantes en esa oportunidad. Mi idea era visitar la renovada Confitería El Molino, pero la interminable cola me impidió cumplir el objetivo; y en la búsqueda de alternativas, descubrí que por fin podría visitar las entrañas de aquel referente histórico de los medios.

En el Diario Crítica

Para aquellos que tal vez no lo sepan, Crítica apareció en 1913 y dejó de salir en 1961. En sus primeros años tuvo poco éxito, ya que tiraba entre 3000 y 5000  ejemplares por día. Pero luego comenzó una carrera ascendente y a fines de los 30 llegó a vender 900 mil diarios por edición. En ese período marcó el inicio de la  prensa masiva y popular en Argentina; y fue en ese momento de mayor éxito cuando se mudaron al espectacular edificio de Avenida de Mayo 1333.

Hasta la aparición de Crítica en Argentina, los periódicos eran solemnes y poco entretenidos. Y fue Botana quien sumó a su diario las crónicas deportivas con viajes al exterior, las noticias policiales narradas como novelas o las historias de personajes de la ciudad. Para eso reunió a un grupo de jóvenes talentosos,  escritores y artistas, como Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Conrado Nalé Roxlo o Emilio Petorutti.

Así las noticias en las páginas de Crítica sumaron elementos de la literatura, se hicieron más entretenidas y se abrieron a públicos amplios que antes no leían  diarios.

Además Botana desarrollaba desde el diario una especie de labor social (ofrecía atención médica o regalaba máquinas de coser, entre otras cosas), y así los  periodistas lograban acceder a historias de las personas comunes y las relataban.

El dueño del diario a su vez tuvo un rol central en la política de aquellos tiempos y fue un adelantado al entender el verdadero poder de los medios; porque  comprendió que es importante influir en las decisiones de los políticos, pero que también lo es impactar en las personas que los votan.

Botana murió en 1941 en un accidente de tránsito; y aunque el diario estuvo en las calles por viente años más, nunca logró reinventarse para superar la ausencia de su creador.

El despacho de Botana

Tal como ya comenté, el edificio de Crítica se abrió al público en la Noche de los Museos de 2023. Y luego de muchos años sin poder lograrlo, finalmente pude ingresar para conocerlo aquella noche. La visita, aunque más breve de lo que esperaba, me resultó muy emocionante. Allí estaba yo en las entrañas del mítico diario, y en esa construcción clásica del Art Decó que diseñaron a pedido de Botana, los arquitectos Jorge y Andrés Kalnay.

Debo decir que muchas zonas del edificio han perdido el brillo y la energía característica de un gran diario, para adquirir el opaco devenir de una oficina pública (y encima de las fuerzas policiales). Sin embargo aún quedan algunas zonas intactas, y que se mantienen casi iguales a cuando las habitaba Botana y su talentoso equipo de periodistas y colaboradores.

Uno de esos espacios es el despacho del dueño y director del diario. Con un inmenso ventanal que mira hacia Avenida de Mayo, allí se conserva el escritorio y los sillones que él utilizaba para escribir o recibir visitas de grandes figuras de la época. Recubierto en madera oscura tipo caoba, la gran oficina posee un misterio único que permite imaginar la Buenos Aires de los 30. Y tiene un detalle muy curioso.

En un rincón y casi llegando al techo a 3 o 4 metros de altura, el ambiente posee un balcón tipo palco, pero que no tiene una escalera de acceso a la vista (porque para subir hay un pasadizo y una escalera secreta). Según indicó la guía de la visita, se cree que allí se ubicaba el custodio de Botana, e incluso algunos dicen que él mismo solía subir para observar su lugar de trabajo desde arriba y alejarse por un rato del trajín diario.

Otro detalle muy curioso del edificio está en el hall previo al despacho del director. De gran lujo y belleza, el amplio espacio en forma circular y con una enorme lámpara central, cuenta con un piso de baldosas únicas. Natalio Botana mandó a realizar la carta natal del diario, y aprovechó ese piso circular para exponerla desde las baldosas. El recorrido astrológico en el piso es impactante. Y refleja la particularidad de aquel visionario periodista y empresario de los medios.

Cuentan que Botana tenía un sirviente negro que se llamaba Cipriano, que lo acompañaba desde su adolescencia en Uruguay, y que era su asistente personal en la dirección del diario. Era él quien franqueaba la puerta de aquel despacho para poder llegar a hablar con el director de Crítica,

En ese edificio y en la memoria de sus paredes están los fantasmas de Botana; de su mujer Salvadora Onrubia, de Cipriano, de Borges, de Petorutti; y por supuesto también de la innmensa cantidad de lectores que se informaron y se emocionaron a través de esas páginas. Pasó hace mucho tiempo pero allí están.

Para recuperar algo de esa época, hoy se puede pasar por la puerta del viejo edificio de Crítica y mirarlo en detalle. Y a su vez también es posible regresar al pasado a través de los ejemplares archivados de Crítica, que se pueden consultar en muchas hemerotecas. Por supuesto, nada de eso está en Internet: solo en el papel, como en el siglo pasado y como fue en el comienzo del periodismo masivo aquí y en todo el mundo.

Escrito por Sebastián Di Domenica

Foto del despacho de Natalio Botana - Tomada el día de la visita